Columna de María José Naudon: ¿Espejito, espejito quién es el más bonito?

Espejito, espejito, ¿quién es la más bonita?, repetía una y otra vez la reina en el clásico Blancanieves. Cada mirada reforzaba la fascinación por su propia imagen y la desconexión con la realidad. Cautivada por su reflejo y fascinada cayó en la trampa de su propia autodestrucción.
El miércoles la derecha dio un espectáculo durante la elección de la mesa del Senado, muy al estilo “espejito, espejito”. Volaron explicaciones que priorizaron proyectos personales y que se argumentan desde el “yo”. “Estoy aburrido de que la derecha decida entre cuatro paredes”, dijo el senador Ossandón, sin perder la oportunidad de ningunear a parte de su coalición y declarar, al mejor estilo Fukuyama, el fin del piñerismo. El mantra de la “unidad del sector”, que la candidata ha repetido una y otra vez, olvidado en el rincón y, como me decía una amiga hace algunos días, más que hablar de “derechitas cobardes” o no, parece ser la estupidez lo que realmente está en juego.
Pero vayamos por partes, porque este cuento es largo y comienza en 2017, durante la primaria de la derecha, con un clímax en 2022, en la elección de la mesa que llevó a García Ruminot a la testera. Nunca en la historia del Senado se había roto el acuerdo administrativo. Se abrieron las cortinas y el espectáculo comenzó. El guion de base fue (y sigue siendo) la terrible confusión entre las diferencias y proyectos personales, que son parte de la naturaleza humana, con los proyectos mayores, con el bien común (si podemos frasearlo así).
Y cuando los apetitos desmedidos y el canibalismo surgen, son como un cáncer que se instala y que tiene costos. El precio de hoy se llama “gobernabilidad”. Poco importa sostener que en este episodio no se juega el próximo gobierno. El mundo de las percepciones y de la opinión, no es el de la razón, como bien decía Hume, cumple un rol central. Para él, y sería vital recordarlo hoy, la autoridad política no depende de un contrato original o de la voluntad explícita de los ciudadanos, sino que se funda en la percepción de legitimidad que los individuos tienen sobre su gobierno.
Esta idea se conecta directamente con la importancia de la gobernabilidad y cómo la opinión popular puede ser clave para la estabilidad política. La gobernabilidad de un sistema puede verse amenazada cuando los intereses desmedidos y las luchas internas desestabilizan la confianza en las instituciones.
Si esto no fuera suficiente, el episodio es para el oficialismo un “bocato di cardinale”. Un “pase de gol” que no solo permite criticar a la oposición, sino que también busca desviar la atención de las propias deficiencias internas, entregando una incomprensible oportunidad o ventaja política. Como consecuencia, el oficialismo minimiza el impacto de las propias crisis internas, disfrazándolas de problemas que son “más fáciles” de gestionar.
Sin duda una pésima estrategia.
Por María José Naudon, decana de la Faculta de Gobierno, UAI.
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