Columna de María José Naudon: La credibilidad de la derecha
Algunos reconocidos líderes de centroizquierda han tomado postura por el Rechazo en los últimos días. Más allá del eventual efecto electoral que esto pudiera tener, lo interesante como fenómeno es que da cuenta de algo que venía palpándose sin muestras concretas: el Rechazo ha traspasado las barreras de izquierdas y derechas y resulta cada vez más difícil caricaturizarlo imputando falta de credenciales democráticas.
A medida que se ha transversalizado, en el Rechazo han comenzado a confluir visiones y sectores disímiles que ahora es imprescindible validar, valorar y visibilizar, pues son precisamente esas distancias las que constituyen el sustrato esencial de cualquier discusión constitucional. El proceso constituyente debe continuar, a partir de esta variedad de visiones, rescatando los elementos positivos del texto propuesto por la Convención, corrigiendo y adaptando lo que no funciona y buscando concitar las mayorías necesarias.
En este proceso la derecha tiene hoy dos desafíos. El primero, romper el paradigma de inmovilismo y refractariedad al cambio, comprometiéndose concretamente con aquello que la izquierda le enrostra como imposible. Segundo, no caer en la tentación de creer que el Rechazo debe capitalizarse como un triunfo propio, simplemente porque no lo es.
Para abordar el primero debe hacerse cargo de su problema de credibilidad. El sector fue muchas veces ciego ante las necesidades de cambios que exigían los tiempos. Esa historia tiene un peso y es imprescindible asumirla. Para ello no bastan gestos o declaraciones, se necesitan acciones concretas. Visto así, es esta una buena oportunidad para que la derecha se defina hacia adentro permitiendo distinguir, en el sector, aquellos que están dispuestos a comprometerse con el itinerario de reforma constitucional de los que no. Una reconstrucción democrática, como la que exige nuestro país, no puede hacerse desde visiones partisanas ni tampoco puede anclarse en la refundación o en la narrativa de que nuestra historia es solo un pasado escrito por errores, omisiones o injusticias. Pero tampoco es posible hacerlo desconociendo la elocuencia de la historia y dilatando los cambios. Abordar esta complejidad requiere ser consciente de ella, alejarse de interpretaciones lineales y perspectivas simplistas. Valga lo mismo, por otras razones, para la izquierda.
En la misma línea, resulta relevante poner sobre la mesa principios e insumos que alimenten la continuidad del proceso constituyente y aportar a un proceso de diálogo político-social. No se trata de tener cartas bajo la manga, es todo lo contrario, se trata de poner cartas sobre la mesa que den cuenta de que el Rechazo, en su inmensa mayoría, no busca ser obstruccionista, ni pasar cuenta alguna al gobierno, sino aspira a lograr un acuerdo constitucional que, como decía el Presidente Lagos, concite las mayorías necesarias para cambiar con estabilidad. Así como en un día de noviembre las fuerzas políticas firmaron un documento trazando un itinerario constitucional, los partidarios del Rechazo deberían aspirar a suscribir a la brevedad un documento análogo que permita reemplazar el miedo y la desconfianza por ideas y compromisos concretos que reconozcan el rol que a cada uno le cabe en el proceso.
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