Columna de María José Naudon: Mazzucato on tour

MARIANA MAZZUCATO


La visita de Mariana Mazzucato ha estado rodeada de polémica. A la cancelación de la conferencia auspiciada por SQM se sumaron sus declaraciones sobre Chile como experimento (aunque después haya corregido el término) y su expresión matar el neoliberalismo que, en sus palabras, “no funciona para el crecimiento y, de seguro, no funciona para enfrentar las desigualdades”. Sus palabras recuerdan las del Presidente Boric, quien declaró que “si Chile fue la cuna del neoliberalismo, también será su tumba”.

¿Qué es entonces el “neoliberalismo”? La pregunta no tiene una respuesta clara. El concepto nace en Alemania como una aspiración de atenuación del liberalismo clásico, pero la evolución del término termina situándolo en la vereda contraria y alejándolo de cualquier consideración de moderación. En Chile, durante los años 80, el “neoliberalismo” aparece hermanado con los “Chicago boys” y las reformas económico-sociales realizadas bajo la dictadura de Pinochet. Al empaparse políticamente, adquiere un carácter simbólico que lo convierte en una representación.

Hoy, nadie parece definirse como “neoliberal” en el mundo de la economía y, como dice Steve Hanke, profesor de Economía Aplicada de la U. de Johns Hopkins, el término es “una piñata a la que le quieren dar una paliza. No significa nada. Es una palabra clave. Cualquiera de izquierda usa el neoliberalismo para representar todo lo malo. Sea lo que sea, es simplemente malo”.

¿Entonces a qué se refiere Mazzucato? Sus declaraciones se enmarcan en el contexto de un anticapitalismo que se opone a las ideas liberales y coincide con las posturas del FA. Las declaraciones del senador Latorre y el subsecretario Ahumada, el rechazo al TPP11 y el debilitamiento del derecho de propiedad caminan por esta ruta. Visto así, la derrota ideológica del plebiscito permite entender la visita en un contexto político, cuyo objetivo sería reforzar el alma alicaída de la coalición gobernante, reivindicando un programa que, a estas alturas, necesita apoyos extranjeros. “Matar el liberalismo”, con la cómoda vaguedad que hoy tiene el concepto, tampoco coincide (y esto es más complicado) con las palabras del propio presidente en la Sofofa, de que “sería irresponsable afirmar que los últimos 30 años fueron negativos para nuestro país”.

Entre tanta confusión, quizá valga la pena recordar que en Chile los periodos de mayor crecimiento económico coinciden con la influencia de políticas de tradición liberal y los mejores indicadores del país se dan en esos ciclos. ¿Es esto suficiente para levantar sin más las banderas del liberalismo? Por supuesto que no, pero olvidarlo también parece una distorsión inaceptable.

Quizá, debamos caminar hacia un “Liberalismo Humanista” que no se limite a la dicotomía más mercado o más Estado. “El liberalismo en Chile debe reformularse, enriqueciéndose de la economía política, la filosofía moral, la sociología y la interdisciplinariedad de las ciencias sociales, sino es así, siempre será un edificio pragmático diseñado por una élite y tendrá pies de barro”, plantea, acertadamente, P. Paniagua. En la misma línea, O. Godoy alerta que “el cuidado de los otros es un pendiente del liberalismo”, argumentando que “después de los principios fundamentales de vida, libertad y propiedad no puedes dejar fuera el cuidado de los otros”.

No se trata entonces de culpar a Mazzucato, ni de renegar del liberalismo. Se trata más bien de hacerse cargo de la rebelión de lo humano que emerge por sus fracturas.

Por María José Naudon, abogada