Columna de María José Naudon: Mentiras y verdades a medias en el debate político
El debate sobre la reforma previsional en Chile ha puesto en evidencia algo que va más allá de las diferencias ideológicas: la creciente manipulación de la verdad en la política. Figuras como Johannes Kaiser han declarado, sin pudor alguno, que la reforma de pensiones viola el derecho de propiedad sobre los fondos de los trabajadores. Igualmente, José Antonio Kast ha anunciado que derogará el préstamo al Estado si se convierte en Presidente. Más allá de las legítimas diferencias, la reforma previsional no constituye una expropiación de los fondos de los trabajadores ni vulnera el derecho de propiedad, ya que el sistema sigue siendo de cuentas individuales. Los trabajadores son y serán los dueños de sus ahorros previsionales, tal como lo declaró el ideólogo del sistema, José Piñera, quien afirmó: “Larga vida al sistema de capitalización individual”. En cuanto a Kast, olvida que, en derecho, las cosas se deshacen como se hacen, y por lo tanto, no depende de él retrotraer el préstamo, sino del Congreso.
Hannah Arendt, al reflexionar sobre la mentira en la política, señala que ésta tiene un poder particular porque permite a los actores crear versiones alternativas de la realidad. La mentira no solo distorsiona la verdad, sino que cambia la forma en que la sociedad percibe los hechos. Estas, al repetirse una y otra vez, crean una versión alterna de los mismos. “Miente, miente que algo queda” dice un antiguo refrán. Este proceso debilita la capacidad de la ciudadanía para tomar decisiones informadas, lo que es especialmente peligroso en una democracia. La mentira no solo confunde, sino que transforma el espacio público en un campo donde la verdad es relativa, y cualquier discurso, por distorsionado que sea, tiene la posibilidad de ser aceptado.
Lo anterior nada tiene que ver con las legítimas diferencias inherentes a cualquier debate político o social que, por el contrario, representan una oportunidad para avanzar hacia soluciones más efectivas. Mientras las diferencias, basadas en la diversidad de perspectivas y argumentos, pueden fomentar una discusión constructiva, las mentiras solo generan confusión. Y cuando las decisiones políticas se fundamentan en versiones distorsionadas de los hechos, la capacidad del sistema para funcionar se ve gravemente comprometida. Por supuesto, no se trata, tampoco, de garantizar la objetividad absoluta en el debate público; vivimos en un mundo donde las opiniones, incluso aquellas sin fundamento, circulan libremente. El reto de la democracia, entonces, es encontrar un equilibrio entre la protección de la verdad y la preservación de la libertad de expresión.
En este contexto, es de celebrar que Chile Vamos no haya sucumbido a la presión ejercida en este debate, como sí lo hizo el Socialismo Democrático al plegarse al Frente Amplio algunos años atrás. Comprar la narrativa del “no fueron 30 pesos, fueron 30 años” acríticamente, no solo distorsionó la realidad, sino fue punto de partida de años nefastos para el país. Esta postura, que ha optado por no alinearse con narrativas distorsionadas, es un ejemplo de responsabilidad política. Chile Vamos ha optado por mantener un diálogo honesto y fundamentado, defendiendo la integridad de sus principios, sin renunciar a la construcción colectiva que la democracia exige.
Por María José Naudon, abogada
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