Columna de María Paz Arzola: Casen 2022 y la paradoja de los 30 años

Casen


Semanas atrás se presentaron los resultados de la encuesta Casen, los que mostraron una sorpresiva caída de la pobreza desde 8,5% en 2017 a 6,5% en 2022. Esta cifra, si bien en primera instancia fue considerada como una buena noticia para el país, luego de más análisis ha dejado ver algunos aspectos que invitan a una mayor reflexión y llevan a matizar esa primera impresión.

El principal tiene que ver con un hecho a todas luces contradictorio: que la reducción de la pobreza se produjo junto con una caída en los ingresos monetarios de los hogares de la parte baja de la distribución de estos. ¿Cómo pudo ser posible? ¿Puede haber menos hogares pobres si sus ingresos no crecen? La explicación de esto está en el alquiler imputado, que la metodología vigente para la medición de la pobreza establece se debe incorporar a quienes son propietarios de su vivienda para consignar la posesión de un ingreso potencial –o bien un gasto necesario que se ahorra-. Así, la alta proporción de viviendas en propiedad en el país en los sectores más modestos y el alza en el valor de éstas que reporta la encuesta llevaron a que al agregar este ítem a los ingresos monetarios, se revirtiera su caída y finalmente se redujera la tasa de pobreza.

Frente a ello, lo primero que hay que decir es que se trata de un resultado consistente con la metodología vigente, que fue definida hace una década a partir del trabajo de una comisión asesora y que se aplica periódicamente con el respaldo de la Cepal y un panel de expertos. Aquí no hubo manipulación ni una irregularidad, sino un resultado que, gracias a la transparencia de la metodología y los datos, puede ser analizado y explicado.

De este modo, lo que a mi juicio merece más atención es la preocupante caída que vienen registrando los ingresos monetarios de los hogares, en especial los del 10% inferior, donde tanto la participación laboral como la tasa de ocupación registran su menor nivel desde que se dispone de cifras comparables. En 2022 estos presentaron una participación de 30,1% y una ocupación de 19,3%, muy por debajo del 85,7% y 84,1% del decil de mayores ingresos.

De esta forma, la Casen muestra que el deterioro que desde hace unos años exhibían las cifras macroeconómicas agregadas tiene al fin y al cabo un correlato en la situación concreta de los hogares más modestos, que han reducido sus ingresos monetarios y sufren de una mayor inestabilidad debido al alza en la informalidad laboral. En definitiva, hoy gozan de un menor bienestar al de 6 años atrás, previo no sólo a la pandemia, sino también a que el país se lanzara a esta suerte de espiral de autodestrucción debido a los cuestionamientos que surgieron sobre los últimos 30 años. Período en que, paradojalmente, la tendencia era precisamente la inversa a lo que vemos hoy y lo que nos caracterizaba era la alta movilidad social y el progreso económico que hoy hace tanta falta.

Por María Paz Arzola, Libertad y Desarrollo

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