Columna de Marisol García: Nostalgia fake
Comienzan a aparecer las primeras descripciones de Get back, el lanzamiento multiformato 2021 de los Beatles, cuyo guiso más contundente y esperado es el documental XXL dirigido por Peter Jackson. Lo que el cineasta neozelandés ha hecho con el acceso a esas 56 horas de filmaciones de 1969 inéditas no sólo justifica la expectativa, leemos en The Guardian, sino que sobre todo permite una redefinición completa de lo que hasta ahora entendíamos como la tensa última grabación de estudio del grupo.
Contados especialistas han podido ahorrarse ya la ansiedad que el pueblo musical llano no calmará por completo hasta fines de noviembre. Comienzan a aparecer las primeras descripciones de Get back, el lanzamiento multiformato 2021 de los Beatles (libro, discos, filme), cuyo guiso más contundente y esperado es el documental XXL (tres partes de dos horas cada una) dirigido por Peter Jackson. Lo que el cineasta neozelandés ha hecho con el acceso a esas 56 horas de filmaciones de 1969 inéditas no sólo justifica la expectativa, leemos en The Guardian, sino que sobre todo permite una redefinición completa de lo que hasta ahora entendíamos como la tensa última grabación de estudio del grupo (preparar Let it be fueron “seis semanas de miseria”, según Lennon; “cómo funciona la separación de una banda”, para McCartney).
A la luz del material por descubrir, el panorama en Londres era más complejo que una simple despedida en malos términos. “Los Beatles sí se dirigían a su final, y muchas de las tensiones que alimentaron su quiebre eran evidentes”, admite el crítico John Harris (también colaborador del proyecto), “pero todavía no explotaban los problemas financieros que en definitiva los dividirían, y para inicios del ‘69 aún creaban música asombrosa y parecían llevarse bastante bien”.
Desde expresiones faciales hasta bromas al pasar, incluso comentarios irrelevantes sobre televisión o sus rutinas domésticas, son parte de un quiebre en marcha que frente a la cámara se ve menos belicoso, sombrío y tedioso de lo que hasta ahora se nos había contado. O acaso, cómo saberlo, esas imágenes sean otro cauce parcial de entre muchas parcialidades repartidas sobre la banda, y que concatenadas mantienen viva la curiosidad por una trayectoria que, de tan entrañable, queremos creer pueda ser infinita. La retromanía musical que sin pausa nutre hoy documentales, box-sets, ediciones-aniversario y hasta exposiciones no se contenta ya con el lucimiento de su archivo; le adhiere un relato preestablecido que forzosamente encauza las impresiones que de esos rescates nos llevamos, y las conclusiones que no tardamos en instalar como parte de una historia mayor.
Salto a un foro reciente por los 25 años de Buena Vista Social Club, la gran marca que hizo del son cubano ritmo global. Las fotos de la nueva edición aniversario del disco insisten en el aura de fumadores de habanos a salvo de cualquier tribulación, lo que es improbable en la Cuba actual, apunta una especialista: “Es una noción que casi fetichiza el aislamiento, y sugiere que los músicos y oyentes cubanos están totalmente al margen de la cultura popular contemporánea, congelados en el tiempo de la llamada ‘era dorada’ de los 40 y 50″.
Acaso la idealización de un pasado incomprobable sea el precio a pagar por la expansión de música del recuerdo que consigue defender una identidad. ¿Pero no debiese ser suficiente con las canciones? Cerradas ya otras rutas de desvío, el negocio musical acaricia hoy las rentas de la nostalgia bien narrada, en versiones múltiples e inagotables; a veces maquilladas, y otras certeras; casi siempre irresistibles: cantar, contar, cuentear, captar son ya parte de nuestro común ejercicio de escucha.
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