Columna de Marisol Peña: Cansancio
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Urge un cambio de timón, porque las certezas mínimas que exige la convivencia civilizada se están difuminando cada vez con mayor rapidez.
En uno de sus libros, el filósofo y escritor español Daniel Innerarity se refiere a los desafíos de gobernar en el siglo XXI. Así, intenta diseñar una teoría de la democracia compleja teniendo presente el lamento, en nuestros actuales sistemas, porque el orden establecido no termina de cumplir bien sus funciones afectando la consecución de los objetivos deseados y generando la necesidad de evitar ciertas degradaciones socialmente inaceptables.
A la luz del diagnóstico anterior y, ante los últimos acontecimientos que han afectado a nuestro país -corte de energía eléctrica que afectó a 18 millones de personas, suspensión de un fallo judicial que ordenaba desalojar la megatoma de San Antonio-, conviene preguntarse qué está ocurriendo con el proceso de toma de decisiones en Chile y con la consiguiente implementación de las políticas públicas correspondientes.
La sensación ciudadana frente a estos y otros hechos precedentes es de cansancio, pues se suceden alterando nuestra normalidad ya en forma permanente. Los chilenos no alcanzamos a entender por qué la imprevisión es la tónica imperante. Ya son demasiados los acontecimientos acumulados que demuestran que las políticas públicas se han vuelto sólo reactivas. Hay que esperar que se produzcan costos de envergadura en nuestra vida cotidiana y en la convivencia civilizada para reaccionar. Y la respuesta suele ser a costa del sacrificio de los derechos o del quiebre de principios mínimos como el estricto cumplimiento de las sentencias judiciales ejecutoriadas.
En lugar de haberse diagnosticado oportunamente la deficiencia de coordinación en un sistema como el de transmisión y distribución de energía eléctrica, la preocupación de hoy parece estar centrada en buscar a los responsables y no en revisar la manera previa y oportuna en que pueden detectarse fallas en el sistema que puedan ser rápidamente solucionadas. Cabe preguntarse qué habría pasado en caso de un ciberataque al sistema eléctrico que, a estas alturas, no es sólo una hipótesis propia de un guion cinematográfico. ¿Estamos preparados?
Por otro lado, asistimos a la normalización de lo irregular y lo antijurídico. Tomarse un terreno por la fuerza ha sido validado por el gobierno, pese a lo declarado por los tribunales, generando un indeseable efecto “en cadena”, porque los ocupantes de otros terrenos tomados reclaman el mismo trato igualitario. ¿No es esta una degradación socialmente inaceptable? ¿O es que el fin definitivamente justifica los medios?
Por eso, los chilenos estamos cansados. Urge un cambio de timón, porque las certezas mínimas que exige la convivencia civilizada se están difuminando cada vez con mayor rapidez.
El inicio del año legislativo puede ser una buena oportunidad para reforzar el rol fiscalizador del gobierno que ejerce la Cámara de Diputados, al tiempo que se impulse la revisión de las potestades legales de los órganos fiscalizadores a todo nivel.
Por Marisol Peña, Centro de Justicia Constitucional UDD
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