Columna de Marisol Peña: ¿Reforma al régimen político o al sistema electoral?

Cámara
¿Reforma al régimen político o al sistema electoral? Johanna Zárate Pérez.


La reforma constitucional presentada por un grupo de senadores liderados por Alfonso De Urresti ha ido ganando terreno en los últimos días, al menos desde el punto de vista comunicacional.

Los aspectos más relevantes de dicha reforma son la introducción de un “umbral mínimo electoral”, esto es, que los partidos políticos que no alcancen el 5% de los votos válidamente emitidos a nivel nacional en las elecciones de diputados, no tendrán derecho a obtener escaños en dicha cámara. Asimismo, que cesará en el cargo de diputado o senador quien renuncie al partido político que hubiere declarado su candidatura, regla que también se aplicaría a los candidatos independientes elegidos en la lista de un partido político.

La interrogante que hoy planteamos tiene que ver con que algunos pensarán que esta reforma viene a sumarse a las diversas modificaciones constitucionales al sistema electoral propiciadas desde el gobierno del Presidente Ricardo Lagos.

Sin embargo, un análisis más atento del punto debiera convenir en que la reforma constitucional transversal que hemos conocido no se relaciona solamente con la forma de reflejar, en la forma más fidedigna posible, la voluntad de los electores al momento de la integración de los órganos representativos como la Cámara de Diputados. Eso es lo propio de un sistema electoral.

Se trata, más bien, de una reforma al régimen político que alude al conjunto de elementos de orden institucional, sociológico y de enfoques sobre el bien común que tienden a favorecer la solidez de las instituciones políticas, su legitimidad, el sistema de partidos y, en definitiva, del modelo de democracia en que queremos vivir.

Todos estos elementos han sufrido duros embates en Chile. Las diversas encuestas de opinión demuestran el divorcio -y por qué no decir la apatía- de nuestros compatriotas hacia las instituciones que debieran representarlos. Su legitimidad está, por ende, socavada. Y los partidos políticos han dejado de ser aquellas instituciones democráticas por excelencia llamadas a agregar y articular intereses en un régimen de sano pluralismo. A la hora de enfrentar las elecciones no despliegan esfuerzos por construir alianzas programáticas robustas, sino que se conforman con armar meros pactos electorales donde todos tengan un lugar. A poco andar, ello termina impidiendo el logro de acuerdos políticos básicos.

Urge, entonces, avanzar hacia una reforma que favorezca los acuerdos en base a mayorías sólidas y auténticamente representativas de la población de cada distrito. Urge, asimismo, racionalizar el excesivo número de partidos políticos existentes en favor de coaliciones fuertes, responsables y dispuestas a aceptar el fair play democrático sin la obstrucción permanente de los pequeños partidos que solo dividen más que suman. Es decir, una reforma que devuelva la salud al corazón del régimen político.

Por Marisol Peña, Centro de Justicia Constitucional UDD