Columna de Matías Meza-Lopehandía: Matamala
Así como el fútbol tiene sus clásicos, la hípica su derby y la República sus efemérides, el oficio de opinador tiene sus momentos estelares. La mitad del periodo de gobierno es uno de ellos, y la presión ha de sentirse: deben mostrar su pluma y la agudeza de su análisis. En esta ocasión, Daniel Matamala, un destacado periodista y líder en estas lides, nos presentó en estas páginas su ácida columna “Barros Boric”.
Su tesis central es que el Presidente arriesga quedar en la irrelevancia histórica, al igual que uno de sus antecesores lejanos, don Ramón Barros Luco. Matamala afirma que aquel político liberal solo es recordado por el emparedado que lleva su nombre. Adicionalmente, acusa al presidente Boric de una “despreocupada resignación”, avalada por su inmutable y suficiente apoyo popular.
Hay que reconocer cierta dosis de arrojo en quien pretende visualizar el peso histórico de una figura coetánea. Ya nos advirtió un enigmático filósofo alemán que “el búho de Minerva solo levanta el vuelo en el crepúsculo”, queriendo decir con esto que es mejor dejar que el juicio lo haga la historia. Pero el problema de la columna es más profundo. El problema es que se limita a reproducir críticas conocidas, sin ofrecer sustancia ni contexto. Veamos.
Matamala recuerda la posición del otrora diputado contra el TPP, para contrastarla con su posterior ratificación. Con este ejercicio pretende poner en evidencia la inconsistencia de sus posturas, pero olvida dos cuestiones fundamentales. Primero, que el diputado y su sector tenían razones para oponerse: el tratado imponía obstáculos para implementar una nueva estrategia de desarrollo nacional. Y precisamente por eso, el segundo olvido es el más grave: lo que firmó Boric - luego de que el Senado lo aprobara - fue el CPTPP, tratado que resolvió los principales nudos críticos que presentaba el TPP para dicha estrategia, la que fue reforzada con la firma de tres cartas laterales y tres declaraciones sobre solución de controversias. En la misma línea, omite también la exitosa actualización del TLC con la Unión Europea, donde también se logró evitar ciertas cláusulas de corte neomercantilistas que la afectarían.
Más adelante invoca la promesa de refundación de Carabineros a modo de crítica, pero omite el éxito alcanzado en el restablecimiento del orden público durante el gobierno de Boric, lo que se ha logrado poniendo el respeto de los derechos humanos en el centro del quehacer de la institución policial.
Alude también a la crítica hecha en su momento a la utilización de los estados de emergencia para controlar los conflictos sociales. Pero olvida que en octubre de 2021 – cuando Piñera pidió autorización para implementarlo en el sur del país - existían muy buenas razones para estimar imprudente entregar facultades represivas extraordinarias a un gobierno que había demostrado una extrema falta de cuidado al utilizar la fuerza frente al estallido social. Esto era visible incluso para los organismos internacionales que lo reportaron, como Naciones Unidas o Human Rights Watch. Y esto era aún más cierto teniendo a la vista el doloroso registro de su primer gobierno en la zona mapuche. Pero además, Matamala omite que el gobierno del Presidente Boric ha respondido a la confianza del Congreso - que le ha otorgado esas facultades extraordinarias- con una sustantiva baja de la violencia rural y sin bajas que lamentar.
En materia de seguridad, Matamala critica una supuesta retórica presidencial vacía, que ocultaría frustración y desorientación. Como ya parece natural, el autor omite cualquier dato empírico que ayude a entender la crisis de inseguridad y constatar el grado de efectividad de las medidas gubernamentales para abordarla.
Luego se refiere al “paupérrimo” balance de cumplimiento de las propias promesas de gobierno, reducido a un “puñado” de propuestas, como 40 horas y el sueldo mínimo de 500 mil pesos. Por supuesto que omite una serie de logros, que de acuerdo a las mediciones disponibles, alcanzan un tercio del programa (no está tan lejos de la mitad). Pero lo más grave, es que pareciera que los incumplimientos fueran por desidia o “despreocupada resignación”. Ningún rol otorga el autor a la enconada oposición que “toma palco” o decididamente apuesta por “atrofiar” al gobierno. Una oposición que se niega a discutir una reforma tributaria, para luego exigir que la mejora de las pensiones se financie… con impuestos (!).
En este punto es sano recordar el estado del país que recibió el gobierno de Boric. Quizás sea útil la soez síntesis que nos ofreció un diputado socialista: “Nosotros le entregamos a Piñera un país ordenado y en crecimiento… está devolviendo un mojón”. A pesar de esto, cuando el Presidente Boric asumió su mandato, dio una instrucción perentoria a su gabinete: nada de culpar al gobierno anterior, ¡a trabajar! El objetivo era que su equipo se centrara en resolver los problemas heredados, y eso se hizo. En efecto, en dos años, se controló la inflación, se recuperaron las calles donde vivían miles de familias migrantes en carpas, se redujo significativamente la violencia rural y se recuperó la normalidad de los viernes en la tarde en los centros de las grandes ciudades. Pero esta instrucción tuvo un efecto colateral: contribuyó al olvido de la situación en que el gobierno anterior entregó el país. Al parecer, esta afectó también el balance ofrecido por Matamala: ninguna línea sobre la normalización efectuada por el actual gobierno. Naturalmente esto está lejos de eximirlo de su compromiso de mejorar la vida de las personas, ni invalida la percepción ciudadana sobre la gestión gubernativa. Pero omitir la línea de base desde la cual se construye, provoca una distorsión en las apreciaciones que en nada ayuda a producir opinión pública informada.
A estas alturas, ya no sorprende que Matamala haya olvidado que Barros Luco está en la memoria del país no solo por el famoso sándwich, sino también por uno de los principales hospitales de la capital que lleva su nombre, cuya construcción él mismo impulsó como presidente y filántropo. Quizás se deba a su desconocimiento de la red de salud pública, aunque más probablemente sea producto del método utilizado en la columna: el famoso cherry picking, es decir, elegir los casos que confirman tu postura, y omitir aquellos que la rebaten.
Lo anterior es esperable de líderes y opinólogos de oposición. Sin embargo, no deja de sorprender viniendo de un agudo periodista que, intuyo, se sentiría cómodo siendo identificado como un comentarista progresista no alineado. La crítica es necesaria para la deliberación democrática y la calidad de ésta depende de la prolijidad de aquella. Todos estamos llamados a mejorarla.
Por Matías Meza-Lopehandía, abogado, militante del Frente Amplio.
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