Columna de Mauricio Villena: El desafío del crecimiento persiste
En su informe de cuentas nacionales el Banco Central entregó buenas noticias para la economía chilena, revisando al alza en una décima el crecimiento del PIB para 2024, situándolo en un 2,6%. Desde la perspectiva del gasto, el crecimiento fue impulsado principalmente por las exportaciones y, en menor medida, por la demanda interna, que aumentó en 1,3% en parte gracias al mayor consumo de hogares (1,0%) y del gobierno (3,0%). Por otro lado, la inversión creció 1,0%, impulsada por la variación de existencias, aunque compensada por una caída del 1,4% en la formación bruta de capital fijo (FBCF), reflejo de una menor inversión en equipos de transporte y edificación. Finalmente, las exportaciones crecieron un 6,6%, destacando los envíos de cobre, fruta y celulosa, mientras que las importaciones crecieron 2,5%, lideradas por químicos, vestuario y alimentos, lo que tuvo un efecto neto positivo en el PIB.
Uno de los principales factores detrás de esta mejora económica fue un shock positivo en los términos de intercambio, probablemente transitorio. Sin embargo, también incidió un cambio en las expectativas de hogares y empresas, alentadas por un discurso procrecimiento, alejado de la retórica refundacional y estatista vista en las discusiones constitucionales. Aunque la FBCF cayó por segundo año consecutivo (-0,1% en 2023), se proyecta una recuperación en 2025, respaldada por el crecimiento interanual en las importaciones de bienes de capital y un mayor dinamismo en los catastros de inversión a mediano plazo.
Pese a la mejora, la tasa de crecimiento sigue siendo baja en comparación con el 3,2% de aumento de la economía mundial y con el desempeño histórico de Chile desde el retorno a la democracia. Si en 2025 se repite el 2,6% actual, el promedio de crecimiento del período 2022-2025 será de solo 2%, apenas superior al 1,8% del segundo mandato de Michelle Bachelet y por debajo del 2,5% alcanzado en la segunda administración de Sebastián Piñera, pese a enfrentar el estallido social y la pandemia.
Más allá de las fluctuaciones coyunturales, Chile no ha implementado políticas o reformas que permitan aumentar su tasa de crecimiento potencial, estimada por el Banco Central en 1,8% para 2025-2034. Esto es preocupante, porque un crecimiento anclado en un 2-2,5% es insuficiente para garantizar el financiamiento de las demandas sociales clave, como pensiones, salud, educación y vivienda.
Una clara lección de este período es la falta de apoyo decidido a la inversión privada, fundamental para elevar el crecimiento de largo plazo, lo cual se traduce en mayores ingresos y una mejora del nivel de vida. Un mayor stock de capital físico amplía la capacidad productiva, permitiendo un desarrollo sostenido más allá de las oscilaciones de la oferta y la demanda agregadas. No obstante, con un impuesto corporativo de 27% y una regulación excesiva que somete los grandes proyectos a años de trámites (o incluso a su rechazo pese a tener aprobación), la inversión privada se pone cuesta arriba.
Reducir la tasa de impuesto corporativo, que supera la mediana OCDE, y reformar el sistema de permisos sin comprometer estándares ambientales ni derechos comunitarios, son pasos clave para recuperar el dinamismo económico. El éxito de Chile en el escenario global dependerá en gran medida de la capacidad para implementar estas reformas de manera eficaz y oportuna. Con todo, el próximo gobierno deberá priorizar el crecimiento y fijarse como meta recuperar tasas de inversión cercanas al 27% del PIB.
Por Mauricio Villena, decano de la Facultad de Administración y Economía UDP
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