Columna de Mauro Salazar y Carlos del Valle: Maduro en la Ruta de la Seda
Tras el cesarismo de Nicolás Maduro se ha consumado un estilo autoritario y un populismo sin carisma que, a nombre de la unión cívico-militar, invoca la Milicia Nacional. De un lado, la desgastada vía bolivariana devela un “Estado militar” que ha fundado un “modelo securitario” y, de otro, una izquierda “reaccionaria” que aún pretende mitificar un pasado heroico y abundar en testimonios (“Déjà vu setentero-resistencial”). Todo apunta a denunciar -urbi et orbi- que existe una guerra híbrida (pro-imperial) para explicar, cual ley de bronce, la crisis del proceso chavista. Bajo tal razonamiento, los llamados al diálogo de la ex Presidenta Bachelet y el propio Lula Da Silva, serían parte de algo soterradamente “imperial”.
Con todo, la bancarrota del Consejo Nacional Electoral (CNE), como así mismo, el genuino malestar ciudadano (amén de otros sesgos mediáticos), y las denuncias de la comunidad internacional han imputado el fraude electoral, incluyendo a la “Fundación Carter”. Aquí cabe una pregunta fundamental, ¿el régimen de Nicolás Maduro se ha sostenido esencialmente por los 300 generales corruptos, un modelo autócrata y una dominación verticalista? Es posible cerrar en esta pregunta la subsistencia del régimen y enrostrar todo al mecanismo electoral. La explicación local-regional, es tan genuina como parroquial. Querríamos arriesgar una “lectura glonacal” ante tal pregunta.
Cabe recordar que la relación entre Caracas y Beijing, comenzó a forjarse en la primera década del XXI. Sin caer en la demonología, esto fue un hito logrado bajo la política exterior (multipolar) de Hugo Chávez desde que asumió la presidencia en 1999, por cuanto luego de ganar legítimamente varias elecciones, se esmeró en insertar la vía bolivariana en un nuevo tablero de agendas continentales. Cabe subrayar que más que cualquier otro líder latinoamericano, el Comandante visitó China en seis ocasiones (2010) y ambos países reforzaron lazos con la creación de un fondo conjunto de 20.000 millones de dólares. Un privilegio de cooperaciones que ni siquiera alcanzó Brasil. Todo indica que el papel de China en la crisis de Caracas no solo será clave para la estabilidad económica de Venezuela, sino en la configuración del escenario geopolítico regional.
Provisoriamente el cesarismo de Nicolás Maduro es tributario de la táctica de Hugo Chávez y se sostiene –paradojalmente- por los bloques del capital. En ningún caso, ello se puede limitar a un “pueblo lírico-emancipador”. Bajo los flujos financieros, la contienda electoral en Venezuela fue una intrincada trama geopolítica, donde los intereses corporativos, más allá del mito democrático-liberal (capitalismos rusos, asiáticos) hicieron primar sus capacidades fácticas, sobre las riquezas cupríferas. Cabe recordar que Venezuela posee el 20% de la reserva de petróleo mundial y ello ha implicado soportar hiperinflación, la paralización parcial de la industria petrolera, impactando negativamente en los ingresos petroleros. Con todo, Maduro –como autócrata inflacionario- mantiene a Venezuela al interior del puzzle que implica la nueva geopolítica del capital. De otro modo, Washington habría consensuado con las élites internacionales resueltamente un plan para sacar de facto al líder del régimen –”léase en helicóptero”– y restituir el “sublime liberal” que profesa nuestra industria cultural.
Por fin, el líder -de irrefrenable rutinización y autoritarismo desatado- aún tiene grandes “inversiones” con los países del BRICS, fundado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica como una multiplicación de polos de poder. Un grupo que cuenta con un “conjunto de oportunidades” toda vez que Maduro anunció que los bloques petroleros y gasíferos podrían ser cedidos a los países del BRICS. No podemos olvidar que, en las últimas horas, el presidente Putin, junto con reconocer el triunfo de Maduro, ha invitado a su homólogo venezolano, a la cumbre de los BRICS que se celebrará en octubre en la ciudad rusa de Kazán. Y cabe subrayarlo, los grupos financieros no invocan valores liberales o democráticos, sino el “orden de la facticidad” (acumulación), donde países como India, China y Sudáfrica, Irán, Emiratos Árabes Unidos, Egipto, Etiopía y Arabia Saudí suman el 40% de la población, un 31% del PIB Mundial y 48% de la producción mundial de Petróleo. Ello explica ese frenesí del bloque ruso-chino -”barriles de petróleo” mediante-, que también devela la orfandad de gubernamentalidad de nuestras élites aterrorizadas frente a la potencial inmigración. Aquella gesta humanista que tanto afana el progresismo, desde una perspectiva radicalmente distinta, puede ser un síntoma para los gobiernos de la región, limitados a una “gobernanza securitaria”, librada al pánico y sin narrativas de consenso.
Tras la expulsión de las delegaciones diplomáticas se hizo explícita una estratagema cuidadosamente urdida. Al experimento bolivariano le resulta funcional a todo evento una reducción ciudadana (demográfica) para mitigar los ciclos de ebullición. En suma, el inminente éxodo forzado responde a una racionalidad cesarista que permite gobernar a una población con menos potencial antagónico. Amén de las agresiones que ha recibido la vía bolivariana, cuestión que no se puede negar o relativizar, todo augura un autoritarismo mayor para gerenciar poblaciones y un desprecio por la condición humana.
En suma, Nicolás Maduro interrumpe relaciones y envía un mensaje directo: “cualquier país que desconozca la legalidad de la institucionalidad venezolana en las elecciones, se tendrá que hacer cargo de la guerrilla de las poblaciones en diásporas”. En tal sentido, el régimen instala una operación discursiva eficiente. La política exterior del Presidente Gabriel Boric, y los próximos gobiernos, debe tomar nota de los potenciales estragos de la emigración.
Dada la insospechada geopolítica del capital financiero, las izquierdas de la plaza deben convertir la derrota en derrotero. Por fin, un nuevo “horizonte libidinal” que trascienda los vicios del siglo XX.
Por Mauro Salazar y Carlos del Valle, doctorado en Comunicación, Universidad de la Frontera.
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