Columna de Max Colodro: El antiestallido
Las señales de hastío y cansancio venían develándose desde hace ya varios meses; hastío con la violencia y sus apologistas, cansancio con los que durante dos años le pusieron un piso de legitimidad a la destrucción sistemática de muchos entornos, y al horror que se vive cotidianamente en la Araucanía. También, hastío con los delirios refundacionales, con la incapacidad para reconocer los enormes avances sociales y económicos que la mayoría de los chilenos ha vivido en estas últimas tres décadas, a pesar de todos los errores, déficits, abusos e inequidades existentes.
Contra todas las apariencias, en esta elección presidencial nuevamente queda claro que la inseguridad y el temor generado por la violencia nunca resultan gratis para aquellos que la promueven o relativizan. Es una maldición que ha perseguido a la izquierda chilena desde hace décadas, cuyas lecciones históricas son inobjetables, pero que, a pesar de eso, no logran generar reales convicciones y aprendizajes. La lógica de la demolición y de la retroexcavadora, la indolencia frente al dolor que ella ha provocado en vastos sectores de la población, termina por pasar -más temprano que tarde- una enorme cuenta a la izquierda.
El resultado confirma también que las dos coaliciones que han gobernado Chile desde 1990 quedaron fuera del balotaje. En el caso de Chile Vamos, la mayoría de sus votos se fueron a la opción de J.A. Kast, a una derecha crítica de la gestión del actual gobierno y que hizo de la restauración del orden público una de sus principales prioridades. El caso de Yasna Provoste, candidata de la centroizquierda, es simplemente desolador. Un sector que lleva más de una década renegando de sus veinte años y logros en el gobierno, buscando mimetizarse con el ideario del PC y FA, termina en un fracaso rotundo. No sólo no llega a la segunda vuelta, sino que es desplazada por Franco Parisi, un independiente de corte populista. En paralelo, en los primeros resultados de la elección parlamentaria, las proyecciones de la ex Concertación son tanto o más negativos.
En síntesis, el país ha quedado instalado frente a una segunda vuelta con alternativas diametralmente antagónicas, con el candidato del Partido Republicano en un claro primer lugar, a varios puntos de ventaja de Gabriel Boric, el abanderado del FA y el PC. El paso de ambos al balotaje era el escenario anticipado por todas las encuestas; de algún modo, era la derivada previsible de un Chile dramáticamente polarizado a partir del estallido social. Y donde terminan de cristalizar dos opciones radicales, que proyectan un futuro gobierno que deberá lidiar con una oposición muy dura, donde habrá poco espíritu de colaboración y búsqueda de entendimientos. Sea cual sea el resultado de la segunda vuelta presidencial, vienen tiempos complejos y alta inestabilidad.
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