Columna de Max Colodro: El mundo al revés

Borrador del texto constitucional 
con la consigna "A Favor" en su portada. En su sesión 36 del pleno, el Consejo Constitucional vota la totalidad del texto de nueva propuesta de Constitución. La sesión fue realizada en la sala de sesiones de la Cámara de Diputados, sede Santiago.


Es sintomática la forma en que los países intentan resolver sus dramas existenciales. Hace unos años, Chile ardía por los cuatro costados; los abusos e injusticias del “modelo” nos habían llevado al borde del abismo. Súbitamente, descubríamos que la transición a la democracia era un fraude, y los aparentes avances de las últimas décadas, una ilusión. Al fin, la sociedad se sacudía del engaño; la rabia y la rebeldía se abrían paso para dar lugar a un nuevo país.

En el camino a ese paraíso terrenal hubo ironías propias de un relato shakesperiano: entre ellas, que los privilegiados fueron los más entusiastas con una ola de violencia y destrucción que solo dañó a la gente más modesta; otra, que la crisis logró contenerse únicamente con el encierro impuesto por la pandemia, no por el “cauce institucional” elaborado desde el sistema político. Con todo, las expectativas se concentraron en el proceso constituyente, llave maestra que nos permitiría convertirnos -Boric dixit- en la tumba del neoliberalismo.

Pero los caminos del Señor son misteriosos. La Constitución plurinacional y multicultural, diseñada al calor del clímax generado desde el 18 de octubre, se estrelló contra un enorme muro de contención. Cuando el país parecía enrielarse hacia el sueño de los justos, algo lo detuvo y se reconfiguró completamente el ethos al cual habían sido sometidas las expectativas de cambio social. El miedo, la inseguridad y la precarización habían reemplazado a la esperanza. El 4 de septiembre de 2022, una enorme mayoría selló la sentencia de muerte de una generación política, esa que venía a resucitar los sueños que quedaron bajo los escombros de La Moneda bombardeada.

Después del delirio refundacional, los chilenos volvieron a las urnas, escogieron un Consejo Constitucional hegemonizado por los sectores más conservadores de la derecha y la realidad política terminó completamente al revés: quienes nunca quisieron cambiar la Constitución ahora insisten en la necesidad de apoyar su propuesta de reemplazo. Y la izquierda, que durante décadas hizo del imperativo de terminar con la Constitución de Pinochet un sello de identidad, irá a las urnas a ratificarla con su voto. En resumen, la esquizofrenia total.

¿Y el mar de fondo: el estallido social supuestamente encauzado por este largo proceso constituyente? La verdad es que ya nadie sabe dónde está; lo que sí se sabe es el precio que Chile pagó en términos de deterioro institucional, político y económico. La gente está mucho peor que hace cuatro años en todo sentido, pero ya no sale a protestar ni a incendiar nada. Con la más alta inflación en décadas, no hay huelgas ni paros generales. Al parecer, el problema nunca fueron las inequidades y los abusos; no al menos las causas de la violencia. Nada raro entonces que la izquierda decida que hoy la mejor manera de sellar el actual proceso constituyente sea votando por una Constitución que siempre quisieron eliminar.

Por Max Colodro, filósofo y analista político

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