Columna de Max Colodro: El precio de la farra
Sea cual sea el resultado en el plebiscito, la sociedad chilena tendrá que asumir las consecuencias de su fracaso en el proceso constituyente: después de cuatro largos años, de energía y dinero tirados a la basura, los ciudadanos y sus representantes no pudimos construir un acuerdo transversal, que garantizara un piso de estabilidad institucional para el futuro. En los hechos, el alineamiento político en torno a la disyuntiva plebiscitaria volvió a reproducir la grieta de las últimas décadas: la derecha y la centroderecha, por un lado; la izquierda y la centroizquierda, del otro. Con algunas excentricidades como nuevos sectores de centro que se inclinan por apoyar la propuesta y figuras del pinochetismo químicamente puro que se definieron por votar en contra.
El caso es que la posibilidad de arribar a un texto que ayudara a dejar atrás los históricos alineamientos, no pudo materializarse. Chile no aprovechó la oportunidad, no pudo o simplemente no quiso hacerlo. Confirmamos entonces que nuestro sistema político, el mismo que nos impuso este camino, no logró dar con las teclas adecuadas, para que la Constitución dejara de ser un problema y empezara a ser parte de la solución. Hoy es evidente que si gana el “A favor” la centroizquierda y la izquierda no le van a conceder legitimidad al nuevo texto; por el contrario, empezarán a instalar un relato donde la Constitución de Kast será el nuevo enclave autoritario de la sociedad chilena.
Y en caso de imponerse el voto “En contra”, ¿alguien puede creer que el PC y el Frente Amplio se resignarán a la vigencia indefinida de la Constitución de “los cuatro generales”? Eso no ocurrirá jamás. Si hoy se ven forzados por las circunstancias a apoyar lo que toda la vida han denostado y querido cambiar, es porque desean mantener abierto el proceso, no porque hayan cambiado sus convicciones. Ahora viven el trago amargo de tener respaldar lo que para ellos siempre fue la Constitución de Pinochet, y mantener en funcionamiento lo que simboliza su más dolorosa derrota histórica, pero lo hacen con la frivolidad y el oportunismo suficiente, como para poder retomar sus obsesiones apenas sea posible.
Corolario: gane quien gane el 17, la incertidumbre jurídica y la inestabilidad institucional seguirán siendo parte del paisaje. Nuestro sistema político continuará alimentando el deterioro y será cada día más difícil retomar una senda de crecimiento vigoroso. Con convicción o simple ingenuidad, los partidarios de ambas opciones pueden creer que la propia es la mejor para cerrar esta etapa. Pero, en realidad, ninguna pondrá término a las causas de fondo que nos metieron en este laberinto constitucional. Esas causas y sus efectos seguirán aquí, expresadas en incertidumbre e inestabilidad, precisamente eso que hoy nos impide recuperar grados mínimos de confianza interna y externa.
Es que no hay vuelta. Estamos obligados a vivir las consecuencias de nuestras decisiones. Aunque siempre resulte más cómodo culpar a los adversarios.
Por Max Colodro, filósofo y analista político
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