Columna de Max Colodro: Guerra interna
Una reforma previsional histórica, consagrada por un acuerdo político desde la UDI hasta el PC, que permitió al gobierno asegurar la que será su transformación más importante del período, instalando un sistema mixto donde un 4% de las cotizaciones queda bajo administración estatal, aunque el sueño del fin de las AFP haya terminado de esfumarse. De hecho, a partir de ahora, los recursos en manos de las aseguradoras privadas aumentan de manera significativa, con lo que el pilar contributivo y la capitalización individual quedan ahora transversalmente legitimados.
El gobierno tiene motivos para celebrar: aseguró el control del Estado sobre un porcentaje no menor de recursos, instaló la expectativa de un mejoramiento de las pensiones en el corto plazo y, buscado o no, contribuyó a dinamitar las confianzas al interior de la oposición. En efecto, lo observado estas semanas en la negociación previsional solo confirma que la posibilidad de convergencia opositora para enfrentar el desafío presidencial y parlamentario de fin de año ha dejado de existir. Y en su remplazo se instaló un abismo político e ideológico de dimensiones siderales, que hará muy difícil poder construir una base de gobernabilidad común.
La disposición de Chile Vamos de concurrir a la negociación previsional con el gobierno ha dejado en la vereda opuesta al Partido Republicano y a la fuerza emergente encabezada por Johannes Kaiser. Y, hoy, el cuadro es desolador: entre ellos no existen mínimos comunes ni animus societatis de ningún tipo; un escenario donde, en contraste, el oficialismo empieza a ver una luz al final del túnel; al menos, a evaluar su continuidad en el poder como algo factible, aun con un gobierno cuyos niveles de desaprobación se han mantenido en torno al 60% desde su derrota en el primer proceso constituyente.
Es cierto que el oficialismo carece aún de una candidatura presidencial competitiva, y que son figuras de oposición quienes encabezan las encuestas. Pero el escenario de una competencia descarnada en primera vuelta entre Matthei, Kast y Kaiser arriesga pulverizar cualquier posibilidad de que los electores de cada uno de ellos tengan disposición a votar por aquel (o aquella) que pase al balotaje. Los insultos y acritudes de estos días pueden haber cruzado ya un umbral muy delicado, cuyo riesgo es que el día decisivo no pocos electores del sector simplemente no estén dispuestos a respaldar una alternativa que consideran “intransigente”, o a la que derechamente acusan de “cobardía” y “traición”.
En síntesis, el largo proceso de fricción y distanciamiento vivido por la derecha y la centroderecha en el último tiempo, reforzado ahora por las heridas de la reforma previsional, viene a confirmar algo que nunca debió desestimarse: las fuerzas del gobierno no tienen perdida la próxima elección presidencial; la unidad les permitirá ser nuevamente competitivos, sobre todo, porque tienen al frente una oposición que no dejará de hacer todo lo necesario para conseguir su propia derrota.
Por Max Colodro, filósofo y analista político
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