Columna de Max Colodro: Hora de perplejos

Con seguridad, algunos colegas tuvieron que reescribir sus columnas del fin de semana. Es que el impacto de los chats entre la diputada Karol Cariola y la exalcaldesa Irací Hassler es ineludible; un estruendo que vuelve a dejar en evidencia un proceso de deterioro ético y político sin precedentes, que ahora toca al núcleo más íntimo de la elite gobernante.
Muchos dirán que es injusto y cuestionable referirse a conversaciones privadas, conocidas a través de filtraciones ilegales, emanadas de entidades públicas que tienen la obligación de resguardarlas. Es cierto, es injusto y cuestionable, pero son las reglas del juego de estos tiempos. Los que hoy critican estas filtraciones, ¿qué dijeron cuando las opiniones privadas de Cecilia Morel sobre los supuestos responsables del estallido social se hicieron públicas? ¿Criticaron cuando desde la fiscalía se filtró el contenido de las conversaciones del abogado Luis Hermosilla? No, no criticaron nada. Al contrario, se dieron un festín.
Karol Cariola e Irací Hassler no tienen entonces de qué quejarse. Este es el mundo en que vivimos y cuando el sector al que ellas pertenecen ha podido hacer uso político de filtraciones, lo ha hecho sin ningún escrúpulo. Así, ahora nos enteramos que la actual presidenta de la Cámara de Diputados, militante PC, supuestamente parte de una generación que compartía lazos de amistad y complicidad, construidos desde hace más de una década, en “momentos de ofuscación” puede llegar a decirle a una alcaldesa, también comunista, que el Presidente de la República “es una mierda de ser humano”, que “este gobierno es lo peor que nos ha pasado” y que la ministra Camila Vallejo y el ex jefe de asesores de la Presidencia Matías Meza-Lopehandía, son “despiadados, soberbios, calculadores y deshonestos” (…) “un par de entreguistas”.
Sinceramente, uno imaginaba que entre todos ellos había un mínimo de lealtad, de afecto y, sobre todo, de convicciones compartidas. Pero, al parecer, en algunos no hay nada de eso. ¿O lo hay, pero igual se tratan en esos términos en “momentos de ofuscación”? En rigor, estas expresiones, aunque efectuadas en el marco de una conversación privada, desnudan la manera de ser de una generación política, el grado cero de compromiso, lealtad y afecto recíproco de algunos de los que condujeron el proceso de demolición del Chile de “los treinta años”; los que convencieron a muchos de que se debía tirar el país de la Concertación a la basura y empezar todo de nuevo.
Al leer este intercambio de opiniones cuesta no sentirse perplejo. Porque se puede tener un abismo de diferencias políticas con la generación hoy en el poder, pero, ingenuamente, era razonable pensar que entre ellos había una mínima complicidad. Ahora sabemos que no; que entre algunos no hay nada y quizá nunca lo hubo. Al final del día, lo que deja este diálogo brutal es un destello de nuestro presente; transparencia pura, sinceridad obscena, de las cumbres que ha alcanzado la fría lógica del poder.
Por Max Colodro, filósofo y analista político
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