Columna de Max Colodro: Interrogantes poselectorales

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En las últimas semanas, una preocupación silenciosa ha comenzado a recorrer los pasillos de La Moneda: el riesgo de que las dos listas del oficialismo no alcancen siquiera el 38% en la elección de consejeros constituyentes, es decir, el “piso” fijado por la opción Apruebo en su derrota del 4/S. En paralelo, que las tres listas opositoras (Republicanos, Chile Vamos y Partido de la Gente) se acerquen sumadas al umbral del 60%.

En la práctica, la redacción del nuevo texto constitucional quedó sometida a tal cantidad de resguardos y cerrojos, que el resultado de las urnas será poco incidente en la definición de sus contenidos más relevantes. La fuerza de los equilibrios ya asegurados ha disminuido, para bien o para mal, los márgenes de incertidumbre. Hoy, a dos semanas de la contienda electoral, las grandes interrogantes políticas asociadas a la elección van por otro carril.

En primer lugar, en cómo quedarán el gobierno y el oficialismo frente a las fuerzas opositoras, cuál será la magnitud de la brecha con la que, otra vez, deberán cargar quienes ya sufrieron la dura derrota del Apruebo en el anterior plebiscito de salida. Después, la pregunta inevitable será por la distancia entre las listas del Socialismo Democrático y Apruebo Dignidad. No solo cuál se impone sobre la otra, sino la magnitud de la diferencia. Porque el Presidente Boric viene desde hace varios meses transfiriendo poder y buena parte de la conducción política del Ejecutivo a las fuerzas de la ex Concertación, lo que esta semana fue refrendado con el arribo de Álvaro Elizalde al Ministerio Secretaría General de la Presidencia.

En simple, ¿seguirán accediendo las fuerzas de Apruebo Dignidad a este derrotero autodebilitante si las urnas los favorecen con claridad en desmedro de quienes hoy tienen las riendas del comité político en sus manos? ¿Qué sentido tendría seguir fortaleciendo al Socialismo Democrático si los electores que apoyan al gobierno dan una señal clara y categórica a favor de la “otra alma” oficialista? ¿Cómo queda, además, la situación de Carolina Tohá en el gabinete ante esa eventualidad? ¿El Presidente Boric se verá obligado a reequilibrar otra vez el peso relativo de sus dos coaliciones? ¿Aceptarán el PC y el FA que ello no ocurra?

En la otra vereda, ¿cómo quedarán las fuerzas de Chile Vamos si el Partido Republicano tiene un avance importante, hasta el punto de poner en riesgo la hegemonía natural de la centroderecha en el campo opositor? ¿Podrían esas fuerzas seguir mostrando la misma disposición a los acuerdos con el oficialismo si los Republicanos se llevan una tajada demasiado grande de su votación histórica? ¿Qué hará el gobierno si su principal interlocutor en la oposición pasa a ser un partido de derecha mucho más duro e intransigente?

Son interrogantes claves que empezarán a dilucidarse en apenas dos semanas más. Y que con relativa seguridad pondrán al gobierno y a la oposición ante nuevas y complejas exigencias.

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