Columna de Max Colodro: La edad de la inocencia
Es tan evidente que las presiones públicas para remover al ministro Jackson son contraproducentes, que a estas alturas no puede descartarse que un sector de la oposición esté buscando el objetivo opuesto. Y por una razón lógica: su permanencia en el cargo hoy sólo desangra al gobierno, impide que pueda retomar su agenda, y ha terminado por crear serias fricciones en el oficialismo. Además, porque el veredicto de la ciudadanía es demoledor. Una encuesta de Panel Ciudadano de la UDD conocida esta semana muestra que un 89% de la gente considera que Giorgio Jackson debe salir del gabinete, y el 61% afirma que el robo de computadores fue un montaje para eliminar evidencias.
En simple, nada mejor para la oposición que impedir que el Presidente pueda descomprimir la situación y zafe del principal rostro de un problema que no tiene visos de amainar. Ya van más de treinta fundaciones investigadas, 19 causas abiertas en once regiones y más de 15 mil millones de pesos comprometidos. El gobierno partió calificando el caso de la fundación Democracia Viva como una simple “imprudencia política”; después fueron “errores” y falta de capacitación en materias de probidad; finalmente, esta semana las autoridades tuvieron que hablar derechamente de “corrupción”.
Lo insólito es que el gobierno parece creer que puede ubicarse en la gradería como un simple espectador, permitiendo que “las instituciones funciones” y dejando caer a los seremis y subsecretarios que se vean directamente involucrados. Lo que el Ejecutivo no dimensiona es que la magnitud de esta trama crece todos los días, y que el Ministerio Público ya trabaja sobre la hipótesis de un esquema general, es decir, de un eventual patrón de defraudación pública que incluye importantes redes de tráfico de influencias. Es como si La Moneda no escuchara, no viera o no entendiera las señales que emite el órgano persecutor, incluido el propio fiscal nacional.
Jugar a ir detrás de las resoluciones judiciales y de la Contraloría, apostando quizá a que la conmemoración del Golpe de Estado pueda mover en algo el foco; o que el anuncio del pacto fiscal y la presión para retomar la agenda previsional puedan contribuir a apagar el incendio. Ingenuidades que han permitido a la oposición dejar al gobierno en un nuevo callejón sin salida, rehén de un ministro al que no puede sacar, pero cuya permanencia en el cargo está siendo desgarradora.
Un gobierno política y moralmente en el suelo, sin estrategia ni diseño político, a la espera de que la justicia decida su destino. Apostando también al paso del tiempo y al cansancio de la gente, lujos de quien ya no tiene más batallas que perder. Con la secreta tranquilidad de que lo único verdaderamente importante, el poder y los privilegios de los que sin pudor han abusado, seguirán en sus manos todavía por más de dos años. Ya sin inocencia que cuidar y dispuestos a lo que sea para mantenerlo.
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