Columna de Max Colodro: La lucha de clases

El Partido Comunista de Chile celebra sus 111 años
Juan Eduardo Lopez/Aton Chile


En la superficie, pareciera que los comunistas tienen un conflicto con el gobierno, pero la verdad es que el conflicto lo tienen con ellos mismos. Porque, en estos años, Gabriel Boric y su administración terminaron renegando de todas sus convicciones y si la generación en el poder alguna vez representó la rebeldía frente al Chile de la “modernización capitalista” y el sueño de enterrar al neoliberalismo, de eso ya no queda nada. Se ha llegado al límite inimaginable de que la comunidad de Villa Francia, es decir, el entorno humano y espiritual de la familia Vergara Toledo, hoy considera que estamos viviendo bajo un “Estado terrorista”.

¿Por qué los comunistas siguen dispuestos a ser parte de un gobierno que cada día se parece más a sus pesadillas? Por una razón muy simple: son miles los militantes que hoy viven del Estado, de sueldos públicos millonarios, sin los cuales la vida simplemente ya no resulta concebible. La captura de un enorme botín de recursos fiscales por parte de una elite partidaria es, de manera paradojal, lo que tiene al PC cada día más atrapado. En efecto, esa generación virtuosa que pasó de las aulas universitarias a lustrosos ministerios no tiene relación alguna con el mundo sindical y poblacional del PC, ni siquiera con el promedio de la militancia estudiantil; universo de gente sencilla y modesta que nunca ha tenido ni tendrá los contactos para arrimarse a un cargo público.

Ese es el mundo interno que hoy tiene al PC en las cuerdas: los que miran la estantería desde la distancia, los que han tenido una vida de lucha en la historia reciente y hoy ven a una generación partidaria de post adolescentes privilegiados, niños que solo han conocido la zona de confort y ahora viven con sueldos espectaculares y autos con chofer. Esto es, en realidad, lo que un sector importante del partido que aún trabaja en las fábricas y vive en las poblaciones parece no aguantar más: una segregación generacional y de clase que ha ido horadando el espíritu unitario y combatiente de una colectividad forzada en la actualidad a dolorosas concesiones políticas e ideológicas, resignada a un travestismo permanente, para que sus propios privilegiados puedan seguir disfrutando de la fiesta.

Las expresiones que esta semana han proferido la familia Vergara Toledo y su entorno en contra del gobierno fueron demoledoras para el PC. Al punto que la dirigencia y parlamentarios de la colectividad optaron por plegarse a la tesis de un supuesto “montaje” para explicar los arsenales encontrados en una radio y un comedor comunitarios en Villa Francia, montaje del cual su propio gobierno sería parte. Un argumento insólito que al final solo encubre que el drama que hoy cruza al PC tiene relación con algo mucho más profundo: eso que Marx llamaba “la instancia determinante”, es decir, el eterno problema de la desigual distribución de las condiciones materiales de vida.

Por Max Colodro, filósofo y analista político

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