Columna de Max Colodro: La recta final
Estamos a una semana del balotaje en la elección de gobernadores, último apronte para las presidenciales y parlamentarias del próximo año. Lógica plebiscitaria respecto a un gobierno que declina, pero también para una oposición que no termina de convencerse que, sin unidad, sus opciones disminuyen. Bajo la superficie de un mal resultado municipal para el oficialismo se escondió una realidad más matizada: un gobierno con niveles de aprobación en torno al 30% y de desaprobación cercanos al 60%, vio a su base política alzarse hasta el 41,8% en la elección de concejales, y a las oposiciones llegar a 48,6%, quedando apenas a siete puntos de distancia.
El desenlace en gobernadores, entonces, ayudará a visualizar la magnitud de la brecha entre quienes buscan la continuidad del oficialismo, y quienes apuestan a reemplazarlo. Ello, en un momento particularmente crítico para La Moneda, con el caso Monsalve pasando una aplanadora, la inseguridad pública normalizada y la economía sin poder despegarse del piso. Un cuadro que en los próximos meses no tiene perspectivas de mejorar, lo que explicaría por qué el Presidente Boric finalmente opta por no hacer cambios en un gabinete con niveles de desaprobación cercanos al 70%. En efecto, pareciera que la autoridad tiene asumido que los déficits de gestión y la crisis de expectativas derivada de ellos, no pasa por el gabinete. El problema, sin duda, está en otra parte.
En resumen, no habrá cambio de ministros, ya que los nudos estructurales del gobierno hoy no tienen arreglo y la única alternativa hacia adelante es acobijarse en ese 30% de incondicionales e intentar refidelizar a ese más del 40% que, aun en este escenario, estuvo dispuesto a votar por el oficialismo. El peso relativo de ese universo es una de las evidencias que terminará de cristalizar en el resultado de los plebiscitos regionales del próximo fin de semana. Ese será el piso con que gobierno y oposición se irán de vacaciones, para volver en marzo a iniciar la batalla decisiva.
A estas alturas, el oficialismo enfrenta dos realidades duras y convergentes: la primera es que nada permite augurar que el próximo año será mejor que el actual. La economía sigue débil y puede empeorar si, a partir de enero, Donald Trump empieza a cumplir sus promesas de campaña. En paralelo, el deterioro del orden público no tiene cómo revertirse en el corto plazo, menos en un gobierno sin autoridad y nula conducción política. La segunda realidad que nubla el panorama oficialista es la carencia de una opción presidencial competitiva. Un problema todavía sin solución a la vista y al que se le empieza a acabar el tiempo.
Un gobierno obligado a administrar malos tiempos, a los que ha contribuido como nadie. Con altos niveles de desaprobación y aún sin candidato presidencial. Todo pareciera indicar que el desenlace de esta historia ya está escrito, pero cuando se tiene a más del 40% dispuesto a votar por tu base de apoyo, las cosas no son tan obvias.
Por Max Colodro, filósofo y analista político
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