Columna de Max Colodro: La repetición
El gobierno lleva semanas teniendo como prioridad la conmemoración del Golpe. Dado que su proyecto refundacional fue rechazado en las urnas, no hubo más alternativa que aferrarse a lo único en pie: la memoria de otra derrota, el hito que hace cincuenta años consagró nuestra fractura histórica e institucionalizó la violencia y el crimen político. Es la ironía y la paradoja de la generación hoy en el poder: no alcanzó a instalarse y se quedó sin presente ni futuro, obligada por el fracaso a integrar al gobierno a sus adversarios y a refugiarse en un mítico pasado.
Nos preguntamos por qué esta conmemoración ha sido más intensa y divisiva, como buscando que las secuelas de nuestro “trauma” histórico sigan repitiéndose. Entre las razones hay al menos dos muy gravitantes: la reinstalación de la violencia política en el centro de la escena, ocurrida a partir del estallido social. Es decir, lo que parecía un consenso adquirido desde 1990 -la violencia nunca puede ser justificada en democracia- súbitamente desapareció cuando un sector importante de la sociedad chilena miró con entusiasmo lo ocurrido a partir del 18 de octubre.
La segunda razón es más compleja y más íntima: para buena parte de la izquierda y sobre todo para la nueva generación, la UP sigue siendo un “proyecto inconcluso”, una gesta interrumpida, que es deseable reafirmar en sus pretensiones originales. En el fondo, la ambivalencia que el Presidente Boric ha mostrado frente al aniversario del 11 es un síntoma: dice querer un acto unitario, pero necesita golpear a la derecha, invita a la oposición a La Moneda, pero hace todo lo posible para que no vayan. Porque el alma del Presidente y de sus colaboradores en realidad no quiere un acto sólo para rememorar el golpe, repudiar las violaciones a los DD.HH. y homenajear a las víctimas. Lo que quiere en lo más íntimo es insistir en su compromiso político con el proyecto de la UP, el sueño inconcluso de dejar atrás las lógicas de una sociedad capitalista.
Por eso, al menos la derecha y la DC no podían asistir a la actividad oficial. Fueron opositores a la UP, no cabían en un acto donde no sólo se va a conmemorar la tragedia del golpe y los horrores que vinieron después; también tendrá mucho de apología a un proyecto político por el cual, en su momento, la mitad de Chile sintió desconfianza y rechazo. Esa mitad estará ausente el día de mañana, confirmando que la fractura que insiste en repetirse es esencialmente política, y sobre ella jamás podrá haber visiones “ecuménicas”.
Dos claves nos permiten entender porqué hoy estamos más divididos que ayer: al margen de cualquier retórica, la violencia volvió a validarse en su legitimidad y eficacia en el escenario político actual; junto con ello, el Chile de los últimos treinta años desapareció para siempre, y en su lugar hay ahora uno más parecido al de aquel 11 de septiembre, donde los mínimos comunes son cada día más difíciles.
Por Max Colodro, filósofo y analista político