Columna de Max Colodro: No solo Baquedano

Violeta Parra
No solo Baquedano.


Hay cosas que no tienen reparación, circunstancias que lo cambian todo y no existe vuelta atrás. Hoy resulta simple y hasta cómodo discutir si debemos reponer la estatua del general Baquedano en la plaza que lo acogió por casi un siglo. Pero reinstalar materialmente una figura de metal no cambia y menos resuelve la cuestión de fondo: el Chile que tenía como imaginario la plaza y la estatua de Baquedano fue destruido por decisión de un sector importante de la ciudadanía, que observó con entusiasmo, silencio y complicidad el ultraje de lo que esa imagen en ese lugar representaba.

En las mismas circunstancias y a pocos metros de distancia fue incendiado otro símbolo: el museo de Violeta Parra, vandalizado sin piedad por el fuego que decía representar nobles causas. En medio del carnaval humano, cuando el entorno ardía, la mayoría de los habitantes del país miró con indolencia cómo lo que encarnaban la estatua de Baquedano y el museo de Violeta Parra era profanado, sin contemplaciones y en un cuadro de éxtasis que nunca terminaremos de poder explicar. Quizá llegará el día en que nadie se atreva a reconocer que fue parte de ese delirio, pero es cosa de revisar las encuestas posteriores al 18 de octubre de 2019 para aquilatar la envergadura del fenómeno.

En resumen, a un sector significativo del país no le pareció escandaloso que la estatua de Baquedano fuera vejada durante meses, y que el museo de Violeta Parra fuera incendiado dos veces en una semana. No hubo actos de repudio ni marchas de desagravio. En el caso del museo, la izquierda y el partido de la artista han guardado un silencio brutal hasta el día de hoy. No ha habido una condena clara, ni una palabra por lo que significó haber reducido a cenizas un lugar consagrado a la memoria y a la obra de Violeta Parra.

La pregunta es entonces: ¿Bastará con reinstalar en su sitio la estatua del general Baquedano para borrar la complicidad de un sector importante de la sociedad chilena con lo que representó su defenestración? ¿Tendrán algún día las fuerzas progresistas (entre ellas el propio PC) la decencia para hacerse una mínima autocrítica por el silencio de todos estos años? ¿Tiene algún sentido que los partidarios y cómplices mudos de esa destrucción salgan ahora a rasgar vestiduras por lo que se hizo a los símbolos del general de la Guerra del Pacífico y de la principal folclorista de nuestra historia?

Seamos sinceros: podremos reponer en su sitio la estatua de Baquedano y reconstruir el museo de Violeta Parra, pero lo que representó su aniquilación ante la indolencia, el silencio e incluso el entusiasmo de muchos, eso no tiene reparación posible. Esa circunstancia vergonzosa será para siempre un monumento a nosotros mismos, aquello que dejaremos a las futuras generaciones como huella indeleble de lo que muchos fueron un día capaces de aceptar, de observar con indiferencia e, incluso, de mirar con esperanza.

Por Max Colodro, filósofo y analista político

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