Columna de Max Colodro: Normalizaciones
La derecha lleva un récord extraordinario: cinco acusaciones constitucionales perdidas sin haber llegado siquiera a la mitad del período presidencial. Como para confirmar que el deterioro político es un fenómeno transversal, que nadie se salva del ridículo y que, hasta ahora, la verdadera competencia entre gobierno y oposición es por quién lo hace peor. En un país cada día más normalizado por la desazón y con una ciudadanía que mira a su criatura como si no tuviera responsabilidades en el actual estado de las cosas. Porque hace cuatro años, un sector relevante del país quiso cambiarlo todo y eso es exactamente lo que ha conseguido.
Ese es el sino del último tiempo: haber demolido el orden público para dejar las poblaciones en manos de los narcos y del crimen organizado; poner incentivos a la desinversión y a la fuga de capitales, consiguiendo que el crecimiento tendencial de la economía sea cada vez menor; quitarle los patines a la educación pública para asegurar que el futuro del país quede en manos de los egresados de colegios particulares pagados; mirar con indiferencia cómo las tomas y los campamentos avanzan cual manchas de aceite sobre el territorio.
La derecha todavía no entiende por qué su propuesta constitucional también fue rechazada en las urnas; un proceso que nunca logró conectar con el hastío de la gente, donde se tuvo el desatino de poner al aborto en el centro de la controversia y en que, finalmente, se buscó plebiscitar al gobierno. Resultado: casi un tercio de la gente de derecha votó en contra de la propuesta y más del 40% de los que rechazaron son opositores al actual gobierno. En simple, la desconexión de la derecha fue total, coronada al día siguiente del plebiscito con una acusación constitucional contra el ministro Montes, desprolija y mal redactada.
El gobierno de Boric ha tenido entonces la oportunidad para una leve sonrisa; reforzando la pretensión de no explicar un contrato hasta 2060 entre Codelco y SQM, hecho sin licitación pública; tampoco las cenas de sus ministros con actores económicos en la casa de un lobista de la UDI; ni las razones de su respaldo al general director de Carabineros, ante el anuncio de una próxima formalización por eventuales responsabilidades en violaciones a los DD.HH. durante el estallido. Por si fuera poco, ahora deberá también guardar silencio frente a la decisión de Contraloría de enviar al CDE los antecedentes sobre gastos aún no rendidos en los recientes Juegos Panamericanos.
En fin, lo singular es que ya hemos perdido la capacidad de asombro y la nueva normalidad hoy se pasea libre por las calles, matando a balazos a menores de edad. La gente respira temor e inseguridad mientras conoce de pensiones vitalicias a quienes violan la ley. El gobierno terminó por hacer del travestismo político una forma de vida y la derecha se volvió adicta a los intentos de suicidio. Por fortuna, los seres humanos tenemos la capacidad de acostumbrarnos a todo.
Por Max Colodro, filósofo y analista político
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