Columna de Max Colodro: Oda al pasado
Parecía que ya no quedaban más concesiones ingratas ni tragos amargos, que no podía haber nada más emblemático que ver enterrado el proceso constituyente, que terminar consagrando a Sebastián Piñera como un “demócrata desde la primera hora”, enterrar el sueño de refundar Carabineros o verse forzados a la ironía de establecer de manera permanente un estado de excepción en La Araucanía; incluso, más allá de lo imaginable, la directora del INDH terminó finalmente reconociendo que durante el estallido social no hubo violaciones “sistemáticas” a los DD.HH.
Pero a la generación que hoy gobierna le faltaba el tiro de gracia para el suicidio perfecto: descubrir que en estos años no ha sido capaz de instalar un relevo o liderazgo de remplazo para mantener la ilusión de seguir en el poder; y que, ya con el ciclo electoral encima, deben asumir que no quedará más opción que apoyar una tercera incursión electoral de Michelle Bachelet, expresidenta del Chile de la Concertación, precisamente la candidata que en su tiempo hizo un serio cuestionamiento moral a los que pretendían “repetirse el plato”.
Pues bien, eso es a lo que tendrán que apostar los jóvenes virtuosos, esos que en menos de 48 horas despiden a una profesional que obtuvo un cargo en un concurso público, denigrándola y haciéndole pagar por un delito cometido por su padre. Ellos, los que decían tener un estándar ético superior al de las generaciones anteriores, al parecer no tendrán más alternativa que recurrir a una representante de los éticamente “inferiores”, porque hoy ninguno de la tribu se perfila como opción competitiva. Y porque, si aun con Bachelet igual se pierde, podrán al menos lavarse las manos e intentar salir indemnes, culpar a los veteranos de la centroizquierda de la derrota y seguir creyendo que pueden mirar el futuro con ambiciones inalterables.
Las encuestas han terminado siendo la coartada perfecta, a lo que se suma el despliegue entusiasta de la expresidenta en la campaña municipal; escenario óptimo para que su desinteresado protagonismo sea usado después como la razón para hacerla responsable de que no existan más alternativas en competencia. Inevitablemente, entonces, Michelle Bachelet será no solo la mejor posicionada, sino también la culpable de no haber dado espacio a nadie más, por lo que deberá hacerse cargo de dicha responsabilidad. ¿Eso es realmente lo que quiere y ha buscado Bachelet con este inédito posicionamiento? Nadie lo sabe, y no importa. Después de haber tomado un rol estelar y decisivo en la campaña municipal, sus grados de libertad posteriores serán pocos. Eso al menos esperan en el FA y el PC.
Una ironía insólita: la generación del futuro no tiene hoy más alternativa que el pasado para seguir con vida; más encima, un pasado ya repetido dos veces. Escarnio brutal para un proyecto político que venía a tomar el cielo por asalto, y que ahora solo puede sobrevivir apostando a que la madre termine de enterrar todo lo que sus hijos soñaban representar.
Por Max Colodro, filósofo y analista político