Columna de Max Colodro: Optimismo ideológico
Hace más de una década, la generación que hoy gobierna descubrió que el Chile de la democracia no era más que un remedo de la dictadura, un país cuya institucionalidad y modelo económico seguían funcionando en base a los códigos impuestos por el régimen militar. Con el silencio cómplice de la centroizquierda, se instaló la idea de que Chile necesitaba echar abajo el legado de la Concertación, iniciar un proceso constituyente y hacerle cambios refundacionales al modelo de desarrollo.
Con Bachelet de regreso en La Moneda se inició la demolición. Se subieron los impuestos corporativos a un 27% -por encima del promedio de la OCDE- y se eliminó el FUT, entre otras cosas. Hubo en ese momento muchas voces que anticiparon los efectos negativos sobre la inversión y el crecimiento, pero los representantes del optimismo ideológico respondían que eso era “el cuento del lobo”: los poderosos de siempre buscaban impedir los cambios a través del temor.
Las consecuencias fueron las esperadas; 2014 marcaría un antes y un después. La formación bruta de capital fijo, que había sido de 9,7% promedio del PIB en la década 2003-2013, cayó a 0,7% en la década siguiente. Pero nadie se hizo responsable. Tiempo después llegaríamos al estallido social, momento en que los eternos optimistas dieron legitimidad a la mayor ola de violencia y destrucción que el país había vivido en décadas. El optimismo se alimentaba ahora de cada estación de Metro incendiada, de cada supermercado saqueado y miles de comercios destruidos. El país vio caer en llamas iglesias y sedes universitarias, símbolo de la ilusión de un nuevo comienzo que terminó de plasmarse en el proceso constituyente. Debilitar el orden público, horadar a Carabineros y abrir las puertas del territorio a los narcos fueron también ingredientes de ese cóctel.
Hoy, el país está en el único lugar donde podía estar, con un deterioro político e institucional mayúsculo, una economía anémica, sin inversión y fuga de capitales. ¿La razón, según quienes gobiernan? No las consecuencias de todo lo que han promovido y apoyado en estos años, sino el “pesimismo ideológico” de los empresarios. Pero no solo los empresarios sufren de pesimismo. La encuesta Cadem viene mostrando hace tiempo que más del 70% de la gente considera que la economía está estancada o en retroceso. Y el Banco Central padece el mismo síndrome pesimista: el último Ipom previo al estallido proyectaba un crecimiento tendencial de la economía de 3,5%. Cinco años después, esa proyección ha caído a 1,8%, es decir, se destruyó la mitad de la capacidad de crecer.
Con todo, hay espíritus a prueba de balas, convicciones que no requieren evidencias y retóricas expertas en eludir culpas. En rigor, el optimismo ideológico es eso: primero se imponen los cambios incluso por la fuerza, y luego se responsabiliza a otros de sus efectos. Es lo que ha ocurrido en el Chile de estos años, una interminable lista de malas decisiones, de las que nunca nadie se hace responsable.
Por Max Colodro, filósofo y analista político