Columna de Max Colodro: Sin luz
Miles de familias llevan más de una semana sin energía eléctrica y la principal preocupación de no pocos actores políticos ha sido a quién echarle la culpa, si a la empresa privada o al sector público. Pero no hay grandes dudas: el manejo de la crisis por parte de las empresas a cargo de la distribución de energía ha sido vergonzoso; nunca previeron una emergencia de esta magnitud y, por tanto, no mostraron la más mínima eficiencia para reponer el servicio en un tiempo razonable.
Se comprometieron a reestablecer la electricidad en diversos plazos e incumplieron una y otra vez; la imagen de árboles caídos sobre postes y cables que nadie va a reparar ha pasado en estos días a ser el símbolo de un fracaso, de la desidia y la negligencia de actores que merecen todas las sanciones que fijan la ley y los marcos regulatorios vigentes. Incluso, es razonable evaluar el término de las concesiones.
Pero el papelón de las empresas no exculpa a la autoridad, ni a los encargados de fiscalizar ni a los llamados a colaborar cuando está en juego el bienestar de la población. Y eso se confirma ante un gobierno pasivo e indolente, que decidió quedarse en la crítica fácil y no ha mostrado una real voluntad de colaborar en la solución del problema. De hecho, demoró una semana en sacar a los militares a la calle, con el objeto de ayudar en las labores de remoción de escombros. Y no hubo más; ni cuadrillas del MOP ni del Serviu, tampoco recursos de emergencia o esfuerzos de coordinación intersectorial. Al contrario, lo que el Ejecutivo exhibió fue más bien el interés en convertir el drama de la gente en una nueva oportunidad para denostar al sector privado, el deseo inconfesable de reinstalar la idea de que la empresa privada es siempre y por definición ineficiente en los momentos de crisis.
La verdad, aquí nadie estuvo a la altura, y el país dejó otra vez en evidencia sus debilidades estructurales, su deterioro institucional y de gestión, que terminaron pagando miles de familias de las más diversas zonas y clases sociales, con una enorme sensación de abandono y desamparo. Ciudadanos atrapados entre empresas sin capacidad de respuesta y un gobierno sin interés en hacer nada que no fuera aprovechar la ocasión para marcar un punto ideológico y poner al sector privado contra la pared.
La falta de disposición a buscar las mínimas coordinaciones público privadas ha sido el penoso precedente dejado por esta emergencia. Como si la causa de fondo del drama vivido por miles de chilenos tuviera una derivada ideológica, que permitiera mirarlo en la lógica de eventuales ganadores y perdedores. Como si de ello alguien pudiera sacar un beneficio, alimentado por el dolor y la angustia de quienes han visto pasar las horas y los días sumidos en una oscura desesperanza.
Una desesperanza fría como la noche que se cierne sobre los que ven en el dolor ajeno algo parecido a una oportunidad política.
Por Max Colodro, filósofo y analista político
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