Columna de Max Colodro: Subóptimo
Nadie está contento en el actual escenario: desde el inicio, los republicanos sostuvieron que una nueva Constitución era innecesaria y que no iban a respaldar el proceso; el Presidente Boric y el oficialismo votaron fervorosos por una propuesta plurinacional que la inmensa mayoría de los chilenos decidió rechazar; y ese casi 80% de ciudadanos que optó por el Apruebo en el plebiscito de entrada, ahora parece estar cansado y aburrido de lo que hace apenas dos años consideraba la llave maestra para la solución de sus problemas.
Hoy, todos preferirían algo distinto, pero nadie puede tirar el mantel. Los republicanos son ahora los socios controladores del proceso constituyente; deben asumir el peso de ser el partido mayoritario y el imperativo de sacar adelante una tarea que puede proyectarlos al futuro. Gabriel Boric, por su parte, sabe que el sueño de su generación está cancelado, al menos durante su actual gobierno, y se muestra disponible para respaldar la oferta de la Comisión Experta. La mayoría de los ciudadanos todavía no se convence, pero si Boric y Kast terminan apoyando el texto emanado del Consejo, es probable que logre generarse un respaldo más que suficiente.
Sería histórico y casi delirante: Kast y Boric votando a favor de la misma propuesta; Chile Vamos sin opción de hacer nada distinto, tal cual el Socialismo Democrático. En resumen, el mejor de los mundos: un proceso constituyente en el que nadie se siente plenamente cómodo y satisfecho, que todos asumen como un imperativo y que no deja a nadie como absoluto victorioso o derrotado. O sea, lo que debe ser un proceso constituyente, con un resultado subóptimo que implique renuncias tan sustantivas que haga posible que José Antonio Kast y Gabriel Boric, los dos grandes electores de este proceso, puedan coincidir en la necesidad de su aprobación.
Porque, finalmente, en eso consiste la democracia y así debe ser una Constitución: un acuerdo mínimo, hecho en base a renuncias no fáciles, para que los adversarios puedan tener cabida y sentirse coautores; para que nadie se crea dueño de las reglas del juego y, menos aún, piense en llevarse la pelota para la casa cuando corra riesgo de perder el partido. Reglas del juego que solo son tales cuando las validan y legitiman los que pierden; condición que lamentablemente se ha debilitado en el Chile de los últimos años, mientras la violencia se normaliza como forma de expresar malestares diversos.
Es cierto: por sí sola una Constitución no es suficiente para resolver nada, pero es imprescindible para construir acuerdos de largo plazo en casi todo lo demás. En el fondo, que Boric y Kast terminen coincidiendo en diciembre próximo sería una gran derrota para el escenario de violencia y polarización original, ese que impuso a la fuerza el desafío de una nueva Constitución.
Por Max Colodro, filósofo y analista político
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