Columna de Michel De L´ Herbe: Si no hay cambio, no hay lección aprendida
Las últimas 11 temporadas de incendios forestales han sido, por lejos, las más catastróficas desde que existe registro en nuestro país. Las tres temporadas con más personas fallecidas en nuestra historia y las seis temporadas con mayor superficie afectada.
Miles de damnificados y sobrevivientes, en un contexto donde nuestra institucionalidad parece estar acostumbrándose al desastre.
Las últimas dos temporadas no solo han sido las más mortíferas de nuestra historia, sino que la recién pasada se ubica como la segunda con más fallecidos en el mundo en lo que va de este siglo.
En Gestión de Emergencias suele decirse que una lección aprendida es una lección conocida y un cambio realizado. Si no hay cambio, no hay lección aprendida. Y la historia está llena de ejemplos.
A fines de la década del 1930, cinco mujeres murieron en un incendio estructural en Londres. Las críticas por los tiempos de respuesta y su manejo llevaron a un cambio radical que se extendió por el mundo. Surgió el 999, el primer sistema integrado detrás de un número único.
Los devastadores incendios en California en 1970, que causaron la muerte de 16 personas, generaron cambios que impactaron la gestión de emergencias en el mundo, incluyendo aspectos como desarrollo de normas, estándares, fortalecimiento de la responsabilidad y rendición de cuentas, entre otros aspectos.
Cuando se habla de cambios que pueden hacer la diferencia entre la vida o la muerte, no hay espacio para la autocomplacencia.
Un sistema fragmentado, con décadas de atrasos, nos pasa la cuenta, pues de más está decir que los cambios básicos ya indicados brillan por su ausencia.
En materia de gobernanza el reconocimiento de la necesidad de un cambio institucional de Conaf data de la década del 2000. El terremoto y maremoto del 2010 trajo consigo el desplome de Onemi, actual Senapred, transparentando atrasos de 40 años, como la misma expresidenta Bachelet lo señaló al ingresar una indicación sustitutiva al proyecto que se discutía en el Congreso en 2014. Pero al final de una década de trámite Senapred terminó representando el mismo modelo.
En materia de telecomunicaciones, tenemos más integración e interoperabilidad en nuestros celulares que en seguridad pública. En lo que respecta al programa de organización y entrenamiento comunitario, Senapred destina cerca de 83 millones de pesos para todo el país y la totalidad del año, algo que no alcanza ni siquiera para ser simbólico.
Pero eso no es todo, la Comisión Investigadora de la Cámara de Diputados por los incendios forestales de 2023 fue clara sobre la urgencia de hacer cambios en el sistema de alerta (SAE), pero de nada sirvió. Aunque ratificado en la Comisión de 2024, a la fecha sigue siendo el mismo, y no hay responsabilidad ni rendición de cuentas.
Los avances en el mundo que no se implementan, las advertencias y propuestas son innumerables, pero la zona de confort, la improvisación y la resistencia al cambio puede más.
La evidencia institucional muestra una y otra vez que la falta de voluntad es la gran ausente. Las políticas y anuncios grandilocuentes, casi mágicos, y el excesivo academicismo no dejan espacio a lo concreto, a las soluciones, y a dejar de reinventar la rueda.
Eso en emergencias cuesta vidas. ¿Cuánto dolor requerimos para cambiar? Es la pregunta que aún no tiene respuesta.
Por Michel De L´Herbe, Consultor de Emergecy Management
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