Columna de Miriam Henríquez: La importancia de no anular
A solo días de la elección de las y los consejeros constitucionales, campea el cansancio, la frustración, el desinterés y la desinformación, tanto sobre las elecciones como de las candidaturas. A ello se suman otras prioridades y urgencias de la ciudadanía, por ejemplo, la seguridad. Pero por estos días lo más preocupante es el escepticismo azuzado por algunos parlamentarios que llamaron a votar nulo.
Sin embargo, lo que se juega en los comicios del 7 de mayo es de capital importancia. Se trata de la elección de las y los integrantes del Consejo Constitucional, órgano que deberá proponer nada más y nada menos que una nueva Constitución.
Para cierto sector, votar nulo es una forma de repudio a un proceso que califican como ilegítimo, toda vez que tras el rechazo de septiembre de 2022 habría sido cooptado por los partidos políticos con representación parlamentaria y porque los contenidos estarían predeterminados por unas poco novedosas bases constitucionales. Profundizan afirmando que el Consejo Constitucional que se elegirá el próximo domingo, en base a candidaturas propuestas únicamente por los partidos, no redactará la nueva Constitución, limitándose a aceptar o rechazar el texto propuesto por la Comisión Experta, integrada por personas designadas por los parlamentarios.
En síntesis, para este grupo, el diseño del proceso hace que el voto carezca de relevancia. Un voto distinto al nulo legitimaría ese proceso que estiman un fraude democrático.
Sin embargo, si quienes aspiran a un cambio constitucional anulan su voto, dejarán mayor margen al triunfo de quienes desean mantener el statu quo constitucional. Por el contrario, si quienes buscan mantener los contenidos constitucionales vigentes anulan su voto, allanan el camino a sectores con afán transformador. Como han dicho los distintos personeros políticos, anular el voto solo entregará la mayoría de los integrantes del Consejo a sus rivales.
Si los resultados del domingo arrojan una alta cantidad de votos nulos y blancos, así como una baja participación electoral (aunque sea sufragio obligatorio), se profundizarán las dudas sobre el devenir del plebiscito ratificatorio y el curso del proceso constituyente. El llamado, como ha sido habitualmente en Chile, debiera ser a concurrir a votar y hacerlo informadamente por aquella candidatura que mejor los represente, para que este nuevo proceso constituyente no fracase. La decisión sobre estar a favor o en contra del proceso debiera adoptarse con base en el texto constitucional, esto es, en el plebiscito de salida y no antes.
Quienes aprobaron o rechazaron el 4 de septiembre pasado creen en modelos constitucionales distintos. Anular el domingo, si bien expresa un descontento político y una fatiga constitucional, renuncia a esas convicciones o las deja en manos de terceros; porque un voto nulo tiene el mismo efecto que la abstención, es decir, carece de incidencia en quienes serán electos y hace que otros decidan por uno.
Por Miriam Henríquez, decana Facultad de Derecho U. Alberto Hurtado
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