Columna de Moisés Naím: ¿Qué significará Trump 2.0 para Venezuela?

El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, muestra la espada del héroe de la independencia Simón Bolívar al enviado del presidente estadounidense Donald Trump, Richard Grenell, durante una reunión en el Palacio de Miraflores, en Caracas, el 31 de enero de 2025. Foto: Reuters

Es poco probable que la administración Trump actúe militarmente contra el régimen de Maduro. Durante la campaña electoral y ahora como presidente, Trump ha prometido repetidamente “no a nuevas guerras”.



El futuro de Venezuela será determinado por líderes políticos estadounidenses y por los grupos de presión que operan en Washington. Aunque Donald Trump aún no ha formulado su política con respecto a Venezuela, los muchos e importantes intereses estadounidenses en juego lo obligarán a definir sus objetivos. Las vastas reservas de petróleo de Venezuela, la acelerada ascendencia del narcotráfico y el crimen organizado, el brutal ataque contra la democracia y los derechos humanos (que ha resultado en fuertes sanciones estadounidenses), el éxodo histórico de millones de venezolanos, y la creciente influencia de China en la región son algunos de los retos que deben enfrentar Trump y su equipo.

En la Casa Blanca de Trump y en su órbita más amplia hay tres puntos de vista diferentes sobre cómo debe relacionarse Estados Unidos con Venezuela. Un grupo, liderado por el secretario de Estado Marco Rubio, considera que el restablecimiento de la democracia es el principal objetivo político de Estados Unidos en Venezuela.

Otra perspectiva, el pragmatismo, la representa Richard Grenell. Este enviado presidencial para Misiones Especiales fue nombrado por Trump para atender algunos de los “puntos más candentes” del mundo, como Venezuela y Corea del Norte.

Una visión más beligerante, defendida por diversos grupos informales e individuos influyentes, apoya la acción militar contra Venezuela. Dos expresidentes de Colombia, Álvaro Uribe e Iván Duque, han defendido recientemente esta idea.

El líder opositor venezolano Edmundo González se reúne con el entonces presidente estadounidense Joe Biden en la Casa Blanca, en Washington, el 6 de enero de 2025. Foto: Reuters

Rubio representa la línea dura con respecto a negociar con regímenes dictatoriales. En 2016 el ahora secretario de Estado compitió en las elecciones primarias del Partido Republicano, en las cuales fue uno de los aspirantes derrotados por Donald Trump. Desde entonces, Rubio ha acumulado gran experiencia en política internacional. Por casi dos décadas lideró los Comités de Inteligencia y Relaciones Exteriores del Senado. Quizás lo más importante es que Rubio, hijo de inmigrantes cubanos y acérrimo anticomunista, les ha dedicado mucha atención a América Latina, a sus problemas y a sus líderes

En su audiencia de confirmación en el Senado, Rubio mantuvo que Estados Unidos debe replantear su enfoque sobre el régimen de Nicolás Maduro, al que no considera un gobierno, sino “una organización de narcotráfico que se ha apropiado de un Estado-nación”. Rubio arremetió contra el predecesor de Trump, Joe Biden: “Yo estaba en total desacuerdo con la administración Biden, porque se dejaron manipular de la forma que yo sabía que lo harían”. Maduro incumplió sistemáticamente las promesas que hizo durante las negociaciones con EE.UU. Además, añadió Rubio, EE.UU. concedió licencias especiales a Chevron y otras empresas petroleras para operar en Venezuela, que están “aportando miles de millones de dólares” a “las arcas del régimen”.

Una posición más pragmática es la de Grenell, quien fungió de embajador de Estados Unidos en Alemania durante el primer mandato de Trump (2018-2020) y actuó brevemente como director interino de inteligencia nacional en 2020. En enero de 2025, Grenell escribió en X: “La diplomacia ha vuelto. Hoy he hablado con varios funcionarios en Venezuela y comenzaré las reuniones mañana por la mañana temprano. Hablar es una táctica”. Recientemente, voló a Caracas, donde se reunió con Maduro y obtuvo la liberación de seis detenidos estadounidenses. Mientras tanto, Mauricio Claver-Carone, enviado presidencial de Trump para América Latina, insistió en que no hubo “quid pro quo... no es una negociación a cambio de nada”.

La tercera opción es la intervención militar. Aunque ninguno de los altos cargos del gabinete de Trump apoya públicamente esta idea, sigue circulando en los círculos políticos. Quienes proponen esta idea mantienen que, en vista de que se han agotado todos los medios pacíficos, ya no queda más alternativa que derrocar a Maduro y a sus cómplices por la fuerza. Esta idea no ha logrado mayor apoyo.

Es poco probable que la administración Trump actúe militarmente contra el régimen de Maduro. Durante la campaña electoral y ahora como presidente, Trump ha prometido repetidamente “no a nuevas guerras”. Como dijo en su discurso inaugural: “Mediremos nuestro éxito no solo por las batallas que ganemos, sino también por las guerras que terminemos, y quizás lo más importante, las guerras en las que nunca nos involucraremos. El legado del cual más orgulloso estaré será el de pacificador y unificador”.

Pero las promesas y declaraciones de Trump dejan la puerta abierta para que Estados Unidos haga pleno uso de las herramientas cibernéticas, comerciales, financieras, diplomáticas y militares a su disposición. Los funcionarios deberían aprender de los abyectos fracasos de la administración Biden con respecto a Venezuela. Por ejemplo, las sanciones impuestas a Venezuela durante la presidencia de Biden fueron mal diseñadas y peor ejecutadas por burócratas con mínimo acceso a los centros de poder. Otros países desempeñaron un papel reducido, y más bien simbólico, en estos esfuerzos.

En cuanto a qué opinión prevalecerá, sospecho que veremos una mezcla de las tres. Inevitablemente, habrá tensión entre quienes abogan por dejar a Maduro en el poder mientras se negocia agresivamente con él, y quienes, por otro lado, consideran que su destitución es un requisito no negociable. En cualquier caso, parece razonable esperar una oleada de intensa y confusa actividad diplomática, del uso del cabildeo por parte de intereses empresariales y muchas decisiones que nos sorprenderán.

Por Moisés Naím, analista venezolano del Carnegie Endowment for International Peace

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