Columna de Natalia González: La política y los jóvenes
Los políticos chilenos, ¿les hablan a los jóvenes? En el plebiscito del año 2022, el primero con voto obligatorio e inscripción automática, la participación, que estuvo sobre el 80% en todos los grupos etarios (a excepción de las personas de 80 o más en donde solo fue de 59%), destacó en el segmento de 18 y 24 años, en que concurrió a votar el 90% de los electores. En el año 2023, la principal concentración de electores por edad del padrón electoral mostraba que en el rango etario de 20 a 29 años había 2.602.948 electores y entre 30 y 39 años, 2.974.610 electores. Aun cuando los fenómenos plebiscitarios pudieron ser particulares, las cifras de participación e interés se mantuvieron en la elección de consejeros constitucionales realizada en mayo de 2023.
Estos antecedentes son importantes. El país lleva una década de estancamiento y buena parte de esos jóvenes no han tenido noción de un país próspero, sino de uno estancado, que se estaría farreando sus posibilidades de progreso. De no haber un cambio de rumbo drástico, es posible que esas nuevas generaciones vean, en primera persona, cómo su país se fue derrumbando económica y socialmente, y con ello su futuro.
Así como ha ocurrido en el país vecino y en otros, para esos jóvenes el gran culpable de la degradación terminó siendo la clase política en su conjunto o, al menos, buena parte de ella, que permanece ajena a su realidad. Milei, con todas sus excentricidades, supo leer este anhelo que, por lo demás, no es solo de los jóvenes. En efecto, el ex Presidente Macri, cuando hizo público su apoyo a Milei, señaló: “Sigamos a los jóvenes, ellos dicen que quieren un cambio. Démosles la derecha a los jóvenes”. Gran parte de la juventud argentina se aferró a la ilusión de que su país revirtiera la degradación económica, instalada como una realidad incontestable en dicha nación. Y les están cumpliendo.
La política chilena debe dirigirse a los jóvenes. Más allá de los medios (redes sociales y otras) y de la comprensión de su estética, que dicho sea de paso cumplen un papel fundamental en las campañas políticas exitosas de los últimos años, a la política chilena le falta entender sus intereses y convocarlos a trabajar para revertir lo que pasa en el país. Hablarles, con coraje y honestidad, para hacerlos parte de la reconstrucción de la nación. Oportunidades económicas y laborales, posibilidades de emprender y realizar su propósito de vida, sobre todo a los jóvenes de sectores marginados (con realidades alejadas de los tentáculos del narcotráfico que los seduce), que los saquen de la precarización, frustración y del rechazo a la política que perciben como dañosa, es lo que se requiere.
El progresismo actual, sumido en el identitarismo, el espejismo igualitarista y el desprecio por los problemas graves que los aquejan, abre una oportunidad para que otros sectores políticos recuperen nociones como el mérito, el esfuerzo y el rol del orden. Generar con ellos una relación racional, pero también emocional y afectiva, que reconozca la degradación de sus condiciones de vida, y representarlos, es una necesidad.
Por Natalia González, Faro UDD
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