Columna de Natalia Piergentili: Unidad instrumental o unidad para proyectar un futuro
Con una competencia centrada más en alianzas electorales que en acuerdos programáticos y con discursos pobres de contenido, seguiremos condenando a la ciudadanía a la falsa creencia que el futuro solo depende de sus esfuerzos, sin reparar en que lo que hagamos en colectivo también impacta y determina la forma en la que vamos a vivir
Durante los últimos días hemos visto planteamientos de algunos líderes, lideresas y partidos políticos, tanto del oficialismo, como de la oposición, que han sido enfáticos en la necesidad de la “unidad” en el primer caso y de una mejor “coordinación” en el caso de los partidos de Chile Vamos, sobre todo con el objetivo de cuidar la figura de la candidata Matthei.
Pero al mismo tiempo, basta una pasada rápida por redes sociales, diarios y noticieros para ver las diferencias al interior de los partidos o pactos en torno a diversos temas, entre ellos también, el de los candidatos priorizados para las próximas elecciones.
Una de las razones o fundamentos que se exhiben para estas disputas son las encuestas, donde cada partido o figura política demanda para sí el cupo o, mejor dicho, para el más “competitivo”, lo cual tiene una lógica electoral, que duda cabe. Pero bajo el fundamento de lo colectivo, lo que tiene poco sentido es la dificultad para llegar a acuerdos cuando se supone que aquellos con los que nos reunimos para enfrentar una contienda electoral, como la que tendremos en octubre de este año, compartimos ciertos mínimos comunes desde la perspectiva valórica y/o programática, por lo que el nombre o el partido podrían pasar a un segundo plano. Pero parece ser allí donde esto se vuelve difuso.
La pregunta que subyace entonces es: ¿Nos reunimos porque realmente coincidimos en un proyecto de futuro o porque lo que está al frente es una amenaza que apreciamos como demasiado grande? Lo más probable es que esto último sea el convencimiento de fondo tras frases que ya hemos empezado a importar desde el viejo continente, como “hacer un cordón sanitario contra la extrema derecha” o el mismo planteamiento, pero desde la vereda contraria.
Lamentablemente, estas posturas pueden servir para ganar elecciones, pero no sirven para gobernar bien. Al no existir un planteamiento de futuro compartido y dentro de él, la priorización de los desafíos urgentes, y más importante aún, el cómo y de qué manera nos vamos a aproximar para hacernos cargo, podemos eternizar los debates y caer en la inacción, sin que la ciudadanía sienta que la política les da respuestas. O, peor aún, incrementando las frustraciones en la sociedad. Un ejemplo claro de esto es que sin duda no hay sector político en Chile que no declare que le preocupa el tema de las pensiones, el problema está en las propuestas, algunas irreconciliables, que cada sector defiende como la mejor forma para hacerse cargo.
A la política le falta plantearnos un punto de llegada, un sueño de país que en su definición trascienda los periodos electorales y que sea nítido sobre lo realizable dentro de los cuatro años que dura cada gobierno. No puede ser que, pese a que es una urgencia, la seguridad sea la única causa que relevan las derechas a la hora de plantearse como una opción para ser gobierno. Así también, en el oficialismo existen muchas consignas que aún no logran la madurez o la claridad para entenderlas como un propósito compartido entre los partidos que lo integran.
Así las cosas y con una competencia centrada más en alianzas electorales que en acuerdos programáticos y con discursos pobres de contenido y llenos de planteamientos dicotómicos hasta el límite de la caricatura, seguiremos condenando a la ciudadanía a la falsa creencia que el futuro solo depende de sus esfuerzos en el ámbito privado, sin reparar en que lo que hagamos en colectivo también impacta y determina la forma en la que vamos a vivir. Daniel Innerarity en la reflexión sobre el futuro de la democracia plantea: “La democracia tiene la función de articular futuros deseables y no puede vivir sin esa promesa”.
Que lejos estamos.