Columna de Óscar Guillermo Garretón: Abordar el todo
Es usual llegar a la conclusión en estos días, de que hay algo enfermo en nuestra sociedad. Sin embargo, confieso que me suena poco convincente el llamado tronante a castigos “caiga quien caiga”, a acuerdos políticos trascendentales que superen la ausencia de ellos, a regeneraciones morales de todo tipo. He llegado a concluir que esa invocación permite a todos sentirse satisfechos de sí mismos luego de hacerla pública. Todos prometen compromiso irrestricto con la seguridad ciudadana, terminar con el cáncer económico de la “permisología”, condenar la inmigración descontrolada y las listas de espera que crecen; en fin, todos en contra… del Chile deteriorado que estamos viviendo desde hace años en cada uno de sus rincones. Nadie quiere verse identificado con él en vísperas de elecciones. Pareciera que todos defendemos lo mismo, todos tenemos parte de la culpa (pero claro, nunca la principal).
¿Creen en el realismo de tan nobles propósitos en vísperas electorales? Lo que vivimos no son meros asuntos locales, fáciles de corregir. Vienen de una lógica compartida. Por eso hay que abordar el todo para encauzar sus partes; y la forma de hacerlo, cuando hay elecciones, es cambiar a los gobernantes. No desconozco los cambios del Presidente y los recientes afanes del socialismo democrático por recuperar identidad que sumisamente entregó. Pero solo en el futuro serán identidades distintas no de tira y afloja, de ida y vuelta, cuando ajusten cuentas con esos sellos refundacionales que los ataron al gobierno y que el fracaso los ha hecho revisar.
Hace diez años venimos cuesta abajo en la rodada. El único camino práctico para intentar salir del pantano, es la voluntad ciudadana de querer ser gobernados por actores distintos a los actuales responsables. ¿Hay seguridad que otros lo harán mejor? Nunca la hay para siempre, pero se trata de dar oportunidad a otros menos dañinos que quienes hoy han propiciado refundaciones aberrantes, han sido remisos para enfrentar la delincuencia y el terrorismo, vacilan en condenar la violencia, han estancado la economía y el empleo formal, han propiciado reformas inviables en educación y salud que nos tienen peor que antes, han practicado el botín de recursos estatales en beneficio propio o partidario, han hostilizado el mundo empresarial, festejan la prisión preventiva de Hermosilla, pero prestan manto protector a procesados de la justicia que son de sus filas.
Hay rasgos extendidos de inmoralidad en la vida cotidiana de nuestra sociedad. Pérdida de adhesión a valores indispensables para una vida colectiva en armonía. Pero en Chile las mayorías no están condenadas a la sumisión como en Venezuela. La democracia está citando a su pueblo para que entregue con su voto su parecer respecto a los gobernantes que antes eligió y los que desea hacia adelante. No desaprovechemos ese momento grandioso de toda elección ciudadana.
Por Óscar Guillermo Garretón, economista
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