Columna de Óscar Guillermo Garretón: El sentido de un fracaso

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Por Óscar Guillermo Garretón, economista

A estas alturas del proceso constituyente, creo necesario no confundir las cosas. El problema no es que gane el Apruebo o el Rechazo, es que el proceso está terminando mal, gane quien gane. El único gran derecho social por completo responsabilidad de la Convención era entregar a Chile una buena y decente Constitución. Esa “casa de todos” a construir entre todos, para dejar atrás un país trizado. Para eso se hizo el plebiscito. Para eso votó Apruebo casi un 80% de los que concurrieron a las urnas. Todos los demás derechos sociales son solo promesas impresas en el texto, pero cuya materialización depende de otros, no de la Convención.

Pues bien, todas las encuestas dicen que el trabajo de la Convención ha decepcionado a esa abrumadora mayoría esperanzada. En vez de un país reencontrado consigo mismo, tenemos un país tanto o más dividido que antes, prácticamente por mitades, en medio de una discusión caracterizada por escándalos, irresponsabilidades, incoherencias y prácticas autoritarias. Unos divididos por la plurinacionalidad, amenazando la unidad de la nación y propiedades de todo tipo, otros por el aborto, otros por la expropiación de sus ahorros, otros por la defensa de sus credos religiosos, otros por su trabajo agrícola y sus tradiciones campesinas, otros por la desprotección de sus derechos de autor, otros por la desigualdad ante la ley, otros por la desaparición del Senado y por un unicameralismo sin coto, otros por amenazas a la propiedad y el emprendimiento, otros por un poder judicial desmedrado y desigual, otros por ignorancias absurdas. La lista es interminable. Casi cada artículo, y ya superan los 300, divide a alguien con alguien. Es la antítesis del mandato ciudadano que la instauró. Se buscó una Constitución para el reencuentro y el resultado refleja principalmente desencuentros.

El fondo del fracaso no es que gane el Apruebo o el Rechazo. Las dos alternativas son de fracaso. Una por Aprobar a sabiendas una mala Constitución que desune. La otra por dejar pendiente la tarea de tener esa anhelada nueva Constitución sanadora de nuestra vida social.

Con su obra casi terminada y escasa voluntad de escuchar, veo difícil que la Convención rectifique. Los esfuerzos presurosos por maquillar el texto constitucional para dar imagen de “moderación” ante el aumento del Rechazo, no alteran lo medular, ni la conclusión generalizada de que es una mala Constitución. Lo confiesan incluso muchos que dicen votar Apruebo.

Todo indica que quedará pendiente la tarea de dotar a Chile de una casa común, querida y digna. Eso duele, pero no me desanima. Chile no se resignará ni rendirá. Somos millones en ese 80% del plebiscito de entrada -voten como voten en el de salida- que seguiremos buscando a futuro lo que ya no se logró. Ahora, para llegar más fácil a la Constitución pendiente que merecemos, no da lo mismo votar Rechazo o Apruebo.