Columna de Óscar Guillermo Garretón: Formas y fondos de un fracaso
Por Óscar Guillermo Garretón, economista
La Convención está fracasando. Muros levantados por ellos mismos, les dificultan escuchar el malestar de la calle y sus autoaplausos los ensordece aún más. Gane el Apruebo o el Rechazo, todo indica que el resultado será estrecho, lejano al 78%/22% del plebiscito. Anticipa que sus textos no resuelven ni unen; agudizan la crisis que vive Chile. Si se aprobara, a corto plazo obligará a redactar otra Constitución que la reemplace. En un postrer intento de que rectifiquen, les comparto razones de fondo y forma que están tras su fracaso.
El malestar de las formas. Su sorda convicción, contra toda evidencia, de que lo están haciendo bien. La “buena onda” de quienes se alegran porque “hay ánimo para algunas mejoras”, como si el problema fuera de detalles y maquillaje, no de fundamentos. El espectáculo grotesco del rechazo “por principio” a atender las razones de una parte de los convencionales o los insultos y acusaciones a gritos hacia quienes no acatan sus deseos; o la aviesa insinuación de que quienes se les oponen lo hacen por corruptos; o el convencional dinosaurio transformando en circo jurásico el hemiciclo, o un convencional albergando en su casa una piñata con la cara de otro convencional que la festejada destrozaba a palos. La forma también hace al fondo.
Pero lo peor aparece cuando entramos a esos textos convencionales que van y vienen. Casi 80% aprobó querer una nueva Constitución. Pero claro, no cualquier Constitución. Una para unirnos a todos, no para dividirnos. Coherente, y no un armado de parches mal cosidos. Democrática y libertaria, no engendro de dictaduras y desigualdades. Para un Chile unido, no fragmentado en micronaciones trozando Chile y haciendo a cada una de ellas dueña de privilegios frente a esa mayoría mestiza que hemos forjado Chile por más de 200 años. Preocupada del medio ambiente y de la lucha contra el calentamiento global como nación, no para entregar el control ambiental a grupos tribales que pueden determinar a su antojo qué hacer en fracciones del territorio nacional. Una Constitución para mayores derechos y mayor prosperidad de todos, no para precarizar o anular derechos de propiedad hasta del modesto obrero que ahorra para su pensión, o para dictaminar qué deben producir los que trabajan la tierra. Por si fuera poco, expropian frecuencias radiales y hacen piñata al Senado y al Poder Judicial.
Nos dicen que es prematuro y hasta malintencionado pronunciarse, porque no se trata de textos definitivos; además quedan luego los “transitorios” y leyes posteriores pendientes. O sea, “revolucionarios” nos reprochan no mantener una interminable mansedumbre vacuna, hasta que todo esté consumado. Les informo que la mansedumbre tiende a transformarse en irritación creciente. El Apruebo y el Rechazo serán solo camino a un futuro que quedará pendiente; y puede que el segundo lo haga más fácil.
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