Columna de Óscar Guillermo Garretón: La mala siembra

Giorgio Jackson realizó declaraciones por el robo que afectó la sede del Ministerio de Desarrollo Social en Santiago. Foto: Sebastián Villarroel / Agencia Uno.


En la madrugada del viernes, esa duermevela que entremezcla últimos sueños y primeros pensamientos, me trajo la figura de Giorgio Jackson, el rocambolesco robo de computadores y la pregunta: ¿y ahora qué hacemos? Desperté con sensación de asistir a la cosecha de mucha mala siembra.

Durante años predicaron que la política era una manga de corruptos despreciables al servicio de intereses espurios, defensores de lo que debía ser demolido: la Constitución, las AFP, las Isapres, la policía reputada de asesina, la represión a la “legítima causa mapuche”, las trabas al libre acceso de cuanto migrante quisiera llegar a Chile, la economía privada, los tratados de libre comercio, el ahorro previsional privado propiciando “retiros” para destruirlo sin medir consecuencias y, todo, justificando violencias. Fueron años y convencieron. Por algo hoy gobiernan.

Pero con celeridad asombrosa, la ciudadanía tomó conciencia de lo mal que lo hacían como gobernantes y del país futuro que llamaban a aprobar vía una Convención Constitucional donde primaba una refundación espeluznante. En tanto, los más soberbios de ellos interpelaban a otros actores políticos -incluso de izquierda- desde la arrogancia de la superioridad moral que sentían tener: sembraron rencores y resentimientos. Ganó el Rechazo, pero quedó palpitando en la sociedad la desconfianza y el rencor, ya no solo en los “otros” políticos, sino también en los nuevos.

Faltaba lo peor. La caída del velo de superioridad moral tironeado por “los convenios” de sus fundaciones. El país se enteró con estupor de operaciones para saquear recursos públicos de una envergadura que superaba todos los casos de corrupción y tráfico de influencias conocidos en democracia. No era un caso o una persona; había razones para verla más bien como organización corsaria, construida sistemáticamente. Lo manifestaron así incluso figuras del oficialismo.

Las miradas se volvieron hacia Revolución Democrática, por la militancia del grueso de los involucrados. Y que de allí se dirigieran a Giorgio Jackson, su soberbio líder, había una distancia muy corta por recorrer. Arreció el ajuste de todo tipo de cuentas con él.

En medio de esta crisis se produce el robo de los computadores y de la caja fuerte. Todo se transformó en vodevil de cuarta categoría. A nadie le importa la verdad judicial de lo ocurrido. La opinión pública hizo su juicio y dictó sentencia. Comenzó la cosecha de esa siembra sin tregua de desconfianzas, polarizaciones, descalificaciones y escándalos. Se deja sentir la pregunta oficialista: “¿Y ahora qué hacemos con él?”. Solo lo protege la torpe petición de renuncia hecha por la UDI.

Pensando en el ser humano, creo que solo lo salva desaparecer de escena un tiempo. Que el olvido haga su trabajo y prescriban sus deudas. Chile necesita con urgencia sembradores de buenas semillas para cosechar futuros, compartidos.

Por Óscar Guillermo Garretón, economista