Columna de Óscar Guillermo Garretón: La sociedad fue y será
Los dos hechos que marcaron más indeleblemente el proceso constituyente son el triunfo de la Lista del Pueblo en la elección de convencionales, que caracterizó el sello maximalista, refundacional y bufonesco de una Convención jamás dispuesta a ser gestora de una “casa de todos”; y el nacimiento del movimiento “Amarillos” que, junto a figuras y contingentes DC y PR, encarnaron una rebelión de las bases de centroizquierda contra el texto constitucional. La Convención y sus rasgos fueron grandes forjadores de su derrota, así como la ligazón siamesa de un gobierno mal evaluado con ella; y fue esa rebelión social de centroizquierda la que transformó el Rechazo en una opción transversal: arrinconó al Apruebo en su sector más radical y desató en los partidos tradicionales de centroizquierda un apoyo vacilante y lleno de reparos a su opción. En otras palabras, dos hechos que definieron este proceso político histórico nacieron de la sociedad y no de las instituciones políticas vigentes. El proceso electoral dejó enseñanza de qué interpretaba mejor a mayorías.
La verdad post plebiscito es que solo resulta viable una opción política que imponga una lógica de acuerdo nacional; que deseche extremos y concurra a la elaboración de una buena Constitución, esta vez con todos; y que al mismo tiempo permita sumar fuerzas de amplitud suficiente para enfrentar la crisis de gobernabilidad que sufre Chile, particularmente en el control de la seguridad y orden público, y en el empobrecimiento económico del país. Sin un compromiso amplio por el orden público contra la violencia y delincuencia, y sin un potente crecimiento, que depende de acuerdos entre actores políticos y productivos, no es viable dar satisfacción a demandas sociales altas y urgentes. En otras palabras, sin una democracia de acuerdos entre actores políticos y con la sociedad misma, esa que fue determinante y sorprendente en este plebiscito, no habrá gobernabilidad exitosa.
Para lograr esa lógica de acuerdo nacional, tanto a Chile como al Presidente Boric les conviene este triunfo del Rechazo. Uno del Apruebo habría alentado a quienes no quieren reformas al texto de la Convención y dificultado el cambio de la actual composición del gobierno. Con el Rechazo triunfante, el Presidente gana autoridad para privilegiar un equipo de gobierno coherente, capaz y dispuesto a un acuerdo político amplio y transversal, así como indispensable para forjar consensos en la sociedad, figura decisiva como fuerza política, social y productiva, en medio de un desprestigio partidario e institucional extendido. Que nadie se equivoque creyendo que es la hora del retorno al encapsulamiento de las cúpulas políticas. Esa sociedad, la que dio su veredicto en la urna, debe seguir siendo protagonista en los desafíos que se abren tanto en el nuevo proceso constitucional, como en toda la gobernabilidad del país.
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