Columna de Óscar Guillermo Garretón: Oportunidades de vida corta
Solo muy de vez en cuando las naciones se dan una oportunidad como la que abrió el 4 de septiembre pasado. Después de una sucesión de alternativas fallidas de derecha e izquierda que fueron decepcionando a nuestra sociedad, ese día fue derrotada la única pendiente de juicio ciudadano, luego de que pudo vivir la Convención Constitucional y seis meses del nuevo gobierno.
En otras palabras, abrió la oportunidad de mirar hacia la sociedad y escucharla, no para ver como seducirla con alguna de las alternativas que su espectro político le ofrecía, sino para saber qué quería realmente, después de haberlas rechazado todas. Además, dotó a la oportunidad de una ventaja. Ninguna opción política tenía mayoría. O buscan entenderse, o caen en un estéril bombardeo cruzado como los que estamos viviendo en seguridad pública y delincuencia, en reforma tributaria o en salud pública e Isapres.
Solo el acuerdo amplio permite enfrentar estas tareas, porque son muy difíciles; y si no se propician acuerdos, cada actor puede terminar tentado a apostar al fracaso del otro en ellas con un daño mayor.
El muy serio subsecretario Manuel Monsalve lo dijo ayer: “El escenario delictual y migratorio es algo para lo cual el Estado no estaba preparado”. O sea, es un asunto de Estado, de todos los responsables de dar gobernabilidad. Si no lo hacen, puedo predecir que la ciudadanía comenzará a aumentar su presión porque se utilice la violencia institucional del Estado para protegerse. De hecho, ya hay un cambio de actitud ciudadana hacia Carabineros y FF.AA. La política debe actuar ya.
En reforma tributaria nadie tiene fuerza suficiente para imponer; entonces..., ¡concuerden! Llevamos 13 años con seis reformas tributarias al hilo y una economía que desde 2013 crece poco. Claro, con ese ritmo de cambios, quitan las ganas de invertir, y como no hay inversión, el país no crece y, por ende, tampoco la recaudación tributaria; entonces hay que hacer otra reforma tributaria. Este círculo vicioso es el mejor modo de decepcionar a la ciudadanía y estimular que nuestro empresariado busque con amplitud planetaria de visión dónde invertir sus excedentes de cada año.
El sistema de salud ya está colapsado, no lo empeoren. Es cierto, las Isapres no lo han hecho bien. Pero no opten por castigar a los tres millones de personas inscritas en ellas, ni al resto, que deberá recibirlos en catarata en Fonasa. Resuelvan el tema de las Isapres, pero no bajando de los patines a quienes cotizan en ellas, como hicieron en la educación particular subvencionada, sino con fórmulas que al menos partan de un piso similar. ¡Concuerden, no sigan en soluciones que no solucionan! No puede ser que cuando la ciudadanía pone la salud entre sus prioridades, los poderes del Estado le aumenten la incertidumbre o le anuncien futuros peores.
La opción es acuerdo político o bancarrota y el tiempo se acaba rápido.
Por Óscar Guillermo Garretón, economista