Columna de Óscar Guillermo Garretón: Pueblo y política
Llamaron mi atención palabras del nuevo alcalde de Puente Alto, Matías Toledo: “Hay una izquierda que no tiene pueblo”. Hay que estar -agregó- con aquel que existe en la realidad, no con las abstracciones de lo políticamente correcto.
Pensando en Chile y su pueblo, dan ganas de aportar al diagnóstico del contestatario edil: hay una izquierda y una derecha, ambas con mucha oficina y poco pueblo. Ese pueblo real -portador de penas, rabias y alegrías-, de pobres y ricos, honestos y bandidos, púdicas y gozadoras, jóvenes y viejos, empresarios, asalariados e informales, emprendedores en diversos ámbitos, creyentes y no creyentes, mestizo.
Ese que se siente abandonado por una política irresponsable que hasta ofreció retroexcavarlo todo para fundar paraísos, pero por años ha traído estancamiento económico, deterioro del empleo, retrocesos graves en calidad de nuestra educación, crecientes falencias en respuestas a urgencias de salud, sistema político fracasado, polarización, violencia delictual y crimen organizado.
No es raro entonces que ese pueblo, aquel del alcalde citado y el de todo el territorio nacional, sienta que debe disociar sus sueños y anhelos de una política de actores ocupados por años en sí mismos, sus elecciones, sus cubileteos, sus prosperidades propias. Debe rascarse con sus propias uñas.
No optan por el inmovilismo, se hacen cargo de su futuro. Jóvenes del mundo barrial descubren la movilidad social que da la delincuencia; o militar para la pega pública; o lo digno de no hacer mucho acunados por su música urbana compartida. En tanto, empresarios que se aburrieron con la “permisología” invierten si pueden, y si no, siguen invirtiendo en países más acogedores. Así mismo, emprendedores viven a full, creándose oportunidades y soñando con su “unicornio” sin fronteras. La vida minera sigue y la rural bulle en agricultores muy sofisticados, pero con rodeo y música tradicional. Las culturas diversas y cambiantes de nuestro pueblo no nacen ni viven en el mundo partidista, más bien se han hecho desafectas a él.
No lo aplaudo; una política ajena y mediocre amenaza la construcción de un destino social común. Para empeorar las cosas, su parte más responsable de este presente, comienza a vender que lo de hoy no es tan malo; que comparado con 19/O o la primera Constituyente, las cosas mejoran; que el conformismo es realismo; que todo lo malo va en retirada - ¡milagrosa coincidencia!- justo cuando se acercan elecciones presidenciales.
Afortunadamente no veo a nuestro pueblo-nación resignado a esa inercia en una medianía gris. No ha renunciado a querer más. Sabe bien que el inmovilismo lo deja atrás cuando otros avanzan y que hubo una política exitosa en tiempos no tan lejanos. La desesperanza de una política inerte, sin pueblo ni proyecto, no es suya. Sabe que necesita una política que contenga de ambos y que ella existe. La busca.
Por Óscar Guillermo Garretón, economista
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