Columna de Óscar Guillermo Garretón: Rebelión de los rehenes
En un país donde la izquierda de los últimos 10 años, ha dado pruebas de no saber gobernar para mayorías; y la derecha, de no saber construir mayorías para ganar y poder gobernar cuando gana, es indispensable que los rehenes culturales de ambos polos se rebelen. Mientras vivamos del péndulo de extremos esto no tiene solución. Necesitamos convocar mayorías verdaderas y para eso no sirve intentar convencerlas desde mesianismos autosuficientes o con chapucerías y voladores de luces como muchos de los últimos años. Hay que escuchar y descubrir lo que realmente requieren y diseñar políticas públicas eficaces y viables para responderles. Esto es clave en los tiempos de reorganización de fuerzas que ahora comienzan.
Rasgo típico de la polarización política es anatematizar la moderación, los acuerdos, la convivencia en respeto del otro y la valoración de la diversidad en nuestra nación. Buscan amedrentar y así capturar rehenes. Los moderadamente de izquierda son funados y tildados de “amarillos”. Los moderadamente de derecha, como “derecha cobarde”. Los moderados de izquierda solo merecen serlo, si se subordinan a sus duros. Otro tanto ocurre con los moderados de derecha. Para qué decir la furia inquisidora si alguno pretende saltar la frontera que separa izquierdas y derechas.
Así se va construyendo la inviabilidad de un país solo posible de hacer entre todos. El agravante es que las mayorías del Chile actual, ya no están adscritas a una postura inmutable. Se han hecho distantes y críticas de toda la política. Rechazan a veces propuestas que se aprecian como de izquierda -el plebiscito del 4/S de 2022 por ejemplo- pero también otras, como la del plebiscito del 17/D de 2023, vista como de derechas. Si no tuviéramos la ceguera de mirar solo el paisaje que se ve desde la ventana de una sede partidaria, podríamos profundizar mejor en por qué rechazaron el desvarío y borrachera izquierdistas que caracterizó la primera convención y por qué después rechazaron un texto bien vendido como de derecha, incluso por sus partidarios más ciegos. Toda la política –sea de Kast, de Boric, de Democracia Viva, o de quien sea– está cuestionada.
Afortunadamente se observan signos de rebeldía. Fue bueno que nacieran quienes se bautizaron a sí mismos como “amarillos” desafiando el anatema y la funa. Como también que surja una derecha consciente de que su sola unidad está condenada a ser minoría o a no poder gobernar en las escasas oportunidades en que gana. El gusto de ser minoría es compartido por esa izquierda ortodoxa e inquisidora que desprecia a los “amarillos” y esa derecha instalada en una ideología conservadora, elitista y pretenciosa, que se ilusiona en llegar a ser mayoría. Ambas celosas cazadoras de rehenes culturales entre quienes no se les someten. Chile en cambio, necesita liberar rehenes. Algo de esto se está gestando.
Por Óscar Guillermo Garretón, economista