Columna de Óscar Guillermo Garretón: Rechazar para poder concordar
Por Óscar Guillermo Garretón, economista
Podría enumerar largamente razones específicas de mi opción por el Rechazo. El desmembramiento de Chile en 11 o 12 naciones artificiales y débiles, la transformación de parte de la nación chilena en privilegiados cuyo consentimiento previo se requiere para dar vida a derechos democráticos de otros, un sistema político desestibado y de riesgos antidemocráticos, desigualdad ante la justicia y en el derecho a voto, extinción sin compensación de derechos de aguas que pasan a depender de decisiones y caprichos funcionarios, pérdida de certeza respecto a la propiedad de cada chileno o chilena, hostilidad hacia lo que apunte a asegurar prosperidad para todos, más un largo etcétera.
Pero iré al fondo, no sin dolor. Más allá de aspectos rescatables, la propuesta de la Convención es antidemocrática, antilibertaria, contraria a la igualdad entre chilenos, nos divide, privilegia lo particular en desmedro de lo colectivo como nación, nos hace más vulnerables a la violencia y manifiesta un profundo desamor por Chile. No hicieron algo para todos los chilenos y chilenas. Su tónica es revanchista. Artículo tras artículo, fueron excluyendo, privando, prohibiendo y desigualando actividades humanas propias de una sociedad democrática. Y cuando la desigualdad y el privilegio son parte de su orden constitucional, a las naciones les es difícil convivir y enfrentar injusticias de las que ninguna escapa. Obviamente no todo el texto es malo. Pero demasiados artículos sí lo son. Y no estoy dispuesto a lavarme las manos con la excusa de que será malo pero, que me importa a mí, después alguien lo arreglará.
El Rechazo es el camino para llegar a concordar. El Apruebo lo es para imponer un imposible. Al pueblo chileno no le gustó lo que la Convención le ofreció. A estas alturas es claro que no durará 40 años; ni siquiera uno. Lo advertimos en febrero, cuando nacimos los “amarillos” como rebelión de centroizquierda, desafiando la consigna y la funa. Ahora, a partir del 4 de septiembre, deberemos construir una Constitución más justa; hecha entre todos, condición para que sea de todos. Una lógica de acuerdo nacional que sustituya a la excluyente y refundacional del texto que se plebiscita. No será fácil, menos si al mismo tiempo debemos hacernos cargo de la violencia, la delincuencia y la crisis económica que nos están asolando. Gabriel Boric debe encabezar esa obra, porque le toca hacerlo. La institución de la Presidencia de la República debe pasar a ser de todos los chilenos en busca de una Constitución que nos una y de un país que salga del pantano. De seres humanos libres, respetados en su enriquecedora diversidad, unidos en la prosperidad y la catástrofe, confiados en nuestra capacidad como nación chilena para salir adelante. Eso significa que una lógica de acuerdo post plebiscito requiere un cambio de actitud en todos y por cierto en el Presidente.
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