Columna de Óscar Guillermo Garretón: Tiempos que se van y llegan
Siento que termina un tiempo y no solo un gobierno. Uno en que Chile perdió el rumbo. Nuevas mayorías recientes y hasta timoneles de brújula perdida parecen tomar consciencia de que es indispensable un cambio. Cuando la Concertación agotó su capacidad de crecer y de gestar una clase media que dejó masivamente atrás la pobreza, no tuvo en la izquierda continuadores capaces de tomar la posta. Cegueras ideológicas, incompetencias, improvisaciones, demagogias y oposiciones cerriles la han caracterizado. Estancamiento económico, gobernabilidad precaria, retroceso de la educación chilena, crisis severa de la salud y clima generalizado de inseguridad pública, son su resultante.
Hoy se habla de que las cosas están mejorando. Al menos se intentan rectificar. Es consecuencia del fracaso de lo que querían imponer y de la reacción de una sociedad nacional espantada con su presente. El clamor por un cambio de rumbo es demasiado evidente.
Decir que tocaría a la derecha hacerse cargo del gobierno es una obviedad propia de esa alternancia que rescata a las democracias de sus fracasos y desvaríos. Sin embargo, no basta esa constatación para tener un futuro feliz. Fracasos, desvaríos, incompetencias y chapucerías no son monopolio de la izquierda. Que termina un tiempo malo no inaugura automáticamente un tiempo bueno.
El éxito de un gobierno tiene sus exigencias. Necesita capacidad de dar gobernabilidad. Fuerza política y mayorías sociales. Hemos vivido su ausencia. Mayorías que den a los gobernantes tiempo necesario para emendar rumbos. Y una política que sepa adónde quiere ir; de otra calidad que la actual. También, una oposición, o parte de ella, cuya identidad sea aportar gobernabilidad, no desgobierno. Sería bueno -como señal de cambios- que acuerdos, por ejemplo en pensiones, anticiparan este año una relación de otra estatura política entre gobierno y oposición.
No basta entonces con que gane alguien de derecha. Tiene que convocar más allá de la derecha misma, tanto en política como en mayorías sociales. Una derecha ensimismada en banderas excluyentes puede ganar una elección, pero no dará gobernabilidad por mucho tiempo. Así, por ejemplo, si bien para ser de mayorías sociales estables es exigencia volver a crecer, generar riqueza y nutrir arcas vacías del Estado, la legitimidad del crecimiento depende de cómo lo viven esas mayorías. Deben sentir que viven un cambio; en más empleo formal con previsión; en educación, especialmente de niños y jóvenes; en una salud pública que supere la indecencia actual; en viviendas y barrios dignos donde se pueda vivir sin temor a la delincuencia, en la construcción de una cultura inclusiva de nuestra diversidad y no excluyente del distinto.
Puede sonarles a buen deseo de Año Nuevo, pero si no pensamos así las cosas, el tiempo que se iniciará a fines de este año arriesga ser de esperanzas vulnerables.
Por Óscar Guillermo Garretón, economista
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