Columna de Óscar Guillermo Garretón: ¿Un 2023 partisano?
Como lo describe J. J. Brunner, el Presidente Boric viene presentando una muy notable “transformación de su consciencia discursiva”. Partió en la segunda vuelta presidencial, se profundizó después del triunfo del Rechazo y su cambio de gabinete, y tuvo un hito mayor en su discurso al inaugurar el monumento a Patricio Aylwin. “Volteretas” dirán los escépticos. Yo prefiero apostar a un cambio sincero. Alimento la esperanza de que realmente el Presidente es consciente de la magnitud de los desafíos que tenemos como país y de que solo superando lógicas refundacionales y polarizantes podemos enfrentarlos con éxito. La delincuencia, la violencia, el narcotráfico y la inmigración descontrolada; la economía con sus peores performances de decenios y expectativas en deterioro, la educación con más de 200.000 niños que no vuelven a clase post pandemia y liceos emblemáticos transformados en campos de batalla, los fraudes a Fonasa por unos 800 millones de dólares en licencias médicas falsas o la crisis de isapres que amenaza agravar los problemas de nuestro debilitado sistema de salud, la degradación de nuestras ciudades, discusiones parlamentarias empantanadas y capacidades gubernamentales de bajísimo nivel. En fin. No es viable enfrentar desafíos como estos, sin acuerdos amplios y transversales.
Quiero una transformación discursiva sincera y por eso veo necesario advertir que el 2023 hay una amenaza mayor a ella y a las urgencias de Chile. El gobierno se prepara para convertir en tema destacado de la agenda, durante todo el año, el 50 aniversario del golpe de estado de 1973. Hasta un encargado especial de esta tarea ha nombrado.
Quiero ser claro. Esa iniciativa gubernamental puede convertir 2023 en un año partisano, tal como lo hicieron del 2022 llamando al Apruebo de un texto intragable para la mayoría del país. Si así ocurre, agudizarán nuevamente la polarización de Chile, justo cuando su “conciencia discursiva” marcha en sentido contrario. Y si con el plebiscito no alcanzaron a percatarse, a 50 años del golpe, el alineamiento de la sociedad chilena sobre esos hechos no es el mismo de 1973 y tampoco el de 1990 o del 2010.
Soy de esa minoría ciudadana que ya existía durante la UP. Más aún, soy de esa minoría aún más pequeña que tuvo responsabilidades políticas en ese período. Tuve la fortuna de no caer en manos de la dictadura y de ser suficientemente joven entonces, como para escribir columnas 50 años después. Soy parte de aquellos que vivimos ese período y que, de cuestionarlo, supimos ser izquierda exitosa con la Concertación. Los que vivimos esa derrota política monumental de brutales consecuencias, no la glorificamos ni quisiéramos repetirla. Una polarización de Chile en 2023 por lo ocurrido hace 50 años, conspira contra las urgencias presentes de nuestro país y del gobierno. Me parece irresponsable no advertirlo.
Por Óscar Guillermo Garretón, economista