Columna de Pablo Allard: Hacia “Ciudades esponja”
El cambio climático está alterando dramáticamente los regímenes de lluvia en todo el mundo. En el caso de Chile, con el último temporal quedó en evidencia que tendremos menos frecuencia de precipitaciones, y estas serán más intensas. A esto hay que sumar el efecto del desplazamiento de la isoterma 0º a zonas más altas de la cordillera, derritiendo la nieve y haciendo que la escorrentía y caudales sean mayores, lo que en algunos casos supera la capacidad de conducir esas aguas en el sistema de drenaje urbano produciendo anegamientos e inundaciones. La mayor escorrentía también arrastra sedimentos que enturbian los cauces e impiden almacenar las aguas para el consumo humano. Y si a esto sumamos la cantidad de basura, escombros y ocupaciones ilegales de los cauces, que al ser arrastrados por la fuerza del torrente impactan puentes o generan diques que provocan desbordes, la situación es crítica pero predecible.
La urbanización genera un proceso de impermeabilización del suelo, cada techo, calle o pavimento evita que las aguas lluvias sean manejadas en su origen para irrigar el suelo y percolar a las napas. Desde el momento que construimos un techo o pavimentamos una superficie, esas aguas son desplazadas por gravedad hacia los puntos más bajos de la ciudad. Este proceso produce tres problemas graves: (1) El agua lluvia no está llegando directamente a los cauces, lagos o napas, (2) al ser conducida se expone a contaminación -cosa de ver las manchas de aceite en el agua que escurre por las calles-, (3) el caudal conducido exige que el drenaje urbano se haga cargo del manejo de un excedente de aguas que requiere cuantiosas inversiones en infraestructura que solo se usa cuando llueve.
Un concepto que emerge con fuerza para resolver este desafío es la idea de promover las “Ciudades esponja.” Acuñado a finales de los 90 por el arquitecto paisajista chino Kongjian Yu, la idea es promover sistemas urbanos de drenaje sostenible en lo que se llama, soluciones basadas en la naturaleza, integrando urbanismo, paisajismo e ingeniería hidráulica. El objetivo es dotar la ciudad de nuevas capas permeables en tejados y pavimentos porosos que se comporten como “esponjas” o sumideros filtrantes emulando el ciclo natural del agua. El agua filtrada es captada y gestionada de forma subsuperficial para su reciclado, infiltrada al terreno o vertida directamente a cauce natural, controlando cantidad, calidad y tiempo.
Para esto debemos promover el uso de elementos como pavimentos porosos, plazas de agua, acequias y lagunas de infiltración en antejardines, plazas y bandejones; y la recuperación de cauces naturales como corredores ecológicos.
En Chile ya contamos con ejemplos notables como los parques inundables Víctor Jara en el ex Zanjón de la Aguada en Santiago, la Hondonada en Pudahuel y el Parque Kaukari en Copiapó. Incluso el gobernador del Biobío, Rodrigo Díaz, recientemente anunció una iniciativa para que Concepción sea la primera “Ciudad Esponja” del país, y hoy Chile cuenta con una ley de humedales urbanos, que protege y regula la intervención o construcción sobre éstos, pero podemos ir más allá y recuperar la ciudad existente como una gran esponja.
Es hora de pasar de la adaptación a la acción, este tipo de infraestructura verde y azul no solo mejora las condiciones de drenaje urbano, sino también recupera la biodiversidad, recomponiendo el mosaico ecológico urbano, captura las emisiones de gases efecto invernadero, reduce los efectos de isla de calor propios de las zonas urbanizadas, además aumenta las áreas verdes, y permite incluir corredores de vida y movilidad activa a las principales ciudades de nuestro país.
Por Pablo Allard, decano Facultad de Arquitectura UDD