Columna de Pablo Allard: Vacaciones flexibles
Fue el incendio urbano más mortífero del siglo, solo superado por las 173 víctimas del “sábado negro” de 2009 en Australia. En nuestro caso, van 133 muertes, a las que debemos el mayor respeto y compromiso con los deudos, ya que murieron de la peor forma: asfixiadas o quemadas vivas, calcinadas a tal nivel que aún hay 27 restos sin identificar por el SML.
Las estimaciones de quienes quedaron sin hogar y lo perdieron todo son abismantes. Se especuló que serían cerca de 15 mil viviendas las quemadas, cifra que se ha ajustado a cerca de la mitad. Pero el problema no es el número de viviendas, sino el de familias afectadas. Más del 55% de las viviendas destruidas corresponden a poblaciones, campamentos o tomas informales.
Pese a las fallas en la alerta temprana entre Senapred y Conaf, y la falta de un plan actualizado de emergencia comunal, la reacción inicial del gobierno fue la adecuada. Chile cuenta con capacidad de respuesta a emergencias para llegar a las zonas afectadas con atención de salud, seguridad, alimento, abrigo y cobijo temporal. El Presidente y sus equipos se desplazaron a terreno, hicieron puntos de prensa y anunciaron medidas paliativas como la suspensión del cobro del agua y donación de 4.500 camas de la Villa Panamericana.
Hasta ahí, todo iba relativamente bien, pero a los cuatro días comenzó la confusión. Estalló una miserable pugna entre el PS y PC respecto a qué ministra sería “enlace” entre La Moneda y el Comité para la Gestión del Riesgo de Desastres, fotogénica oportunidad que ganó la vocera de intensos labios rojos. Mientras unas se peleaban la foto, la ministra de Desarrollo Social, Javiera Toro, volvía a echarse la pega al hombro, haciéndose cargo de la coordinación de la etapa de reconstrucción, como lo hizo con otros desastres del año pasado.
Esta confusión distrae y desperdicia tiempo crucial. Se hace urgente contar con un plan de reconstrucción ahora y en paralelo con la fase de emergencia.
Es lo que presintió el expresidente Piñera al convocar de forma póstuma a un grupo de excolaboradores a presentar en menos de dos semanas una “Estrategia de reconstrucción”. Dicho documento cubre de manera oportuna, acertada y con sentido de urgencia los principales frentes de la reconstrucción. Con diagnósticos, plazos, montos y respuestas para los distintos tipos de familias y barrios, recomendaciones para destrabar la burocracia, así como obras para recuperar la confianza de las comunidades y reducir el riesgo a futuro. La propuesta fue recibida con humildad en el Palacio de La Moneda, pero en lugar de estresar al Ejecutivo, decidieron esperar “hasta la tercera semana de marzo” para presentar su plan y el Presidente Boric, quien debería liderar esta gesta en terreno, se tomó “vacaciones flexibles”.
Para una administración que “habita los cargos”, pareciera que todo es flexible. Mantenerse en terreno y contar con un plan ahora es urgente, no importa si hay errores perfectibles sobre la marcha. En estas crisis, es mejor estar equivocado que confundido. Por respeto a las personas fallecidas y miles de damnificadas, concedo que el gobierno se equivoque, pero es inaceptable que siga confundido.
Por Pablo Allard, decano Facultad Arquitectura UDD
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