Columna de Pablo Allard y Rodrigo Gajardo: Hubs para la ciudad
En momentos en que la seguridad es tema crítico en nuestras ciudades, las soluciones van desde reforzar a las policías, el endurecimiento de condenas hasta la limpieza y pintura de fachadas. La teoría de las ventanas rotas sostenida por Wilson y Kelling en los ‘80 devela la relevancia de la dimensión estética y espacial en los espacios públicos. En muchos casos ello distingue un lugar grato y confiable para transitar, de uno que evitaremos a toda costa. En este contexto surge una nueva generación de espacios urbanos que podrían resolver parte de estos desafíos: los denominados Hubs urbanos.
El término inglés Hub puede entenderse como centro logístico, punto de conexión o nodo. En el caso de los Hubs urbanos, se trata de centros de innovación o laboratorios ciudadanos. Una especie de co-work popular que ha emergido como una herramienta poderosa a nivel global para llevar la transformación digital y la reconversión laboral al interior de los barrios.
Se trata de lugares físicos y digitales que proporcionan espacios, infraestructuras, servicios y apoyo para la creación de redes en un contexto de intereses comunes (la tecnología, el barrio, la cultura, el diseño, etc.) En un sentido público, los Hubs desempeñan un rol estratégico en el desarrollo de políticas públicas que fomentan el emprendimiento y la innovación, y actúan como mediadores entre el Estado, la academia y el sector privado, integrando las necesidades locales y las políticas en una escala micro (barrial-comunal) y potencialmente en una escala macro (regional–nacional).
Estos espacios no solo ofrecen oportunidades económicas y desarrollo comunitario, sino que también juegan un papel significativo en la percepción de seguridad de un espacio urbano determinado, lugares que adquieren una sensación de cuidado que por lo general supera los límites del terreno, ampliando su rango de acción alrededor de barrios y ciudadanos que comienzan a relacionarse con estos Hubs.
En Santiago existen varios Hubs urbanos impulsados por instituciones públicas: HUB Providencia, La Fábrica en Renca, La Paz 482 en Independencia, HUB Vitacura, Corporación Yunus en Peñalolén, por nombrar algunos. Estos han generado externalidades positivas a través del emprendimiento, la cultura, la innovación, la acción social y la exploración tecnológica.
Los espacios públicos y las infraestructuras públicas que se abren al barrio hacen más seguros, atractivos y activos estos espacios, se fomenta la participación comunitaria y se disuade la actividad delictual. Además, la presencia de Hubs en áreas previamente descuidadas puede actuar como un catalizador para la inversión y el desarrollo, instalando nuevos servicios, creando comercio y nuevos espacios públicos. Tal es el caso de la Fábrica de Renca, que recuperó un supermercado abandonado y al poco tiempo floreció el comercio a su alrededor. Al ofrecer oportunidades económicas, fomentar la innovación en seguridad y transformar el entorno urbano, estos centros además ofrecen oportunidades para el desarrollo local y pueden contribuir a crear ciudades más seguras y prósperas para todos sus habitantes.
La proliferación de estos puntos seguros, la refuncionalización de infraestructuras y espacios vacíos o subutilizados aporta a tangibilizar los vínculos de las personas con el sentido de ciudadanía y su posición en una sociedad de cuidado.
Por Pablo Allard, decano Facultad de Arquitectura UDD, y Rodrigo Gajardo, subdirector Desarrollo ICubo UDD