Columna de Pablo Astudillo: Parejas del mismo sexo en Chile. Entre la aceptación y la discriminación

Same-sex couple Karl Kreil and Bodo Mende get married at a registry office after German parliament approved marriage equality in a historic vote this past summer, in Berlin


Durante este mes se conmemora la decisión de la Organización Mundial de la Salud que eliminó la homosexualidad de su lista de enfermedades mentales (el 17 de mayo de 1990) acogiendo las demandas de reconocimiento positivo de la misma población homosexual y legitimando una nueva comprensión de la diversidad sexual. En línea con lo anterior, y con un movimiento general ocurrido en países americanos y europeos, los cambios legales ocurridos en Chile a partir de entonces han tenido un impacto importante en el reconocimiento de este colectivo. La aprobación de la Ley Antidiscriminación en 2012, que sanciona por primera vez la discriminación arbitraria por orientación sexual o las leyes de Unión Civil de 2015 y de Matrimonio Igualitario de 2021, que legalizan las uniones del mismo sexo, son algunas de las normas que ofrecen un nuevo escenario de convivencia para sujetos antes marginados.

Sin embargo, estas leyes, que buscan asegurar cierta igualdad formal, no han sido suficientes para asegurar una igualdad sustantiva de las personas homosexuales. En Chile, persisten formas de discriminación abiertas y sutiles que afectan su bienestar cotidiano. Esto es algo que hemos podido constatar en el proyecto Fondecyt “Parejas del mismo sexo: Luchas públicas y privadas” donde entrevistamos a 48 personas a lo largo de Chile, que nos hablaron de sus relaciones afectivas y del modo como aquellas eran vivida en el día a día. Aquí, el relativo aislamiento del entorno familiar, el temor a sufrir agresiones en la calle por expresar afecto en pareja, las discriminaciones vividas y temidas en el trabajo, la falta de reconocimiento en formularios institucionales o desventajas para acceder a procesos de adopción o reproducción, entre otras situaciones, evidencian que la imagen de una pareja homosexual, con casa propia, con familias que les visitan, con hijos que van sin inconvenientes a su escuela y con mascota que pueden pasear tranquilamente por su barrio, sea todavía el privilegio de pocas personas.

Pese a ello, el anhelo de una vida tranquila existe, porque las personas desean vivir conforme a lo que han observado a su alrededor y a lo que consideran que les puede traer bienestar. De allí que el apoyo estatal, vecinal y familiar sean cuestiones clave para tener una vida feliz. Y aunque a lo largo de los últimos cien años ha habido momentos de mayor y menor aceptación comunitaria e institucional, en la actualidad, la discusión sobre el reconocimiento homosexual ha ido adquiriendo cada vez más tintes políticos, cuestionando el matrimonio igualitario o suprimiendo la palabra homosexualidad de las escuelas, reflejando disputas de orden ideológico que prescinden una vez más de la participación de las personas directamente involucradas y su vida cotidiana. Y es aquí donde, como investigadoras e investigadores, creemos que este mes debe ser precisamente un tiempo para mirar las experiencias de las personas homosexuales general, y de las parejas del mismo sexo en particular. Lo que se encontrará son formas tanto creativas como tradicionales para organizar la vida conforme a los propios afectos, evitando el riesgo, el menoscabo o la patologización y buscando el bienestar sobrellevando las dificultades con dignidad.

Como cualquier otra persona en la sociedad chilena.

Por Pablo Astudillo, profesor asistente, Facultad de Educación, Universidad Alberto Hurtado