Columna de Pablo Ortúzar: Es mentira
Nos mienten cuando afirman que no puede criticarse el trabajo constitucional de la Convención porque aún no entregan el proyecto final. Las normas aprobadas en el pleno (van 239) pueden consultarse en chileconvencion.cl y las propuestas de las comisiones están a la vista, así como las posturas de los convencionales. Si alguien decide preparar un ceviche de pollo no es necesario esperar a que al ave cruda con limón le agreguen cebolla y cilantro para advertir el error. Si el sistema político ya aprobado carece de los contrapesos básicos para evitar la deriva tiránica de nuestra democracia, entonces la Convención ya fracasó. Echarles la culpa a la prensa y a los periodistas es pura arrogancia autoritaria de taimados incapaces de reconocer que les quedó grande el poncho, tal como atisbó la madre del Presidente Boric.
También es mentira que el Senado de la República sea una obstrucción de la voluntad popular. Su función es mejorar y aclarar esa voluntad. Los individuos y los colectivos muchas veces tomamos decisiones apresuradas, movidos por pasiones momentáneas, y luego nos arrepentimos. La función de la Cámara Alta es darles una vuelta a esas decisiones. De este modo, introduce racionalidad en la operación del Poder Legislativo. Por eso, también, los periodos senatoriales duran más: esto evita que la víspera de toda elección de diputados sea un circo de ofertazos irresponsables. Eliminar el Senado es introducir más irracionalidad y cortoplacismo en nuestra democracia.
Es falso, por lo demás, que la Constitución que nos rige hoy sea la del 80. Si eso fuera cierto, por ejemplo, los comunistas que repiten esta mentira no podrían ser parte del gobierno ni existir como partido. El famoso Artículo 8 del texto original se los impediría. La Constitución democrática hoy vigente, con sus problemas reformables y aciertos sostenibles, es la de 2005, firmada por el Presidente socialista Ricardo Lagos, tal como él mismo aclaró hace poco.
Una engañifa adicional es decir que el proyecto constitucional de la Convención, de aprobarse, poseerá un origen democrático impecable. Esto no es así por dos razones vinculadas: una es que el principio democrático fue violado para incluir un pésimo diseño de cupos reservados indígenas, aprovechados por activistas de extrema izquierda poco representativos, lo que fue confirmado por la fallida consulta indígena. A esto se suma la farsa de la “Lista del Pueblo”. El resultado previsible es un proyecto faccioso y lleno de privilegios injustificados. Les importó un bledo cuidar el 80% de aprobación de entrada.
También es un embuste decir que los retiros de los fondos previsionales no aumentan la inflación. El factor internacional pesa, pero el doméstico gana cada vez más terreno. Casi la mitad de la inflación acumulada del año pasado viene de estas inyecciones de circulante en un contexto en que la oferta de bienes en el mercado no puede crecer a la par. Si el aceite sube al doble por la invasión de Putin a Ucrania, duplicar la cantidad de plata dando vueltas sólo hará que su precio vuelva a multiplicarse. Los precios han subido por escasez de bienes, no de billetes. Y al que piense lo contrario después lo engañarán diciéndole que basta fijar precios para arreglar el problema.
Otra patraña es decir que la presencia de nuestras Fuerzas Armadas en territorios acotados de la Macrozona Sur no mejoró la situación. Los ataques disminuyeron con ellos y escalaron (un 146%) con su retirada. Fueron los militares los que permitieron una temporada de cosecha sin extorsiones ni incendios, en una zona que produce la mitad del trigo nacional.
Es cuento, igualmente, que la ideología etnonacionalista que motiva el terrorismo de algunos grupos mapuches tenga una versión noble. Todo nacionalismo anclado en la raza es racista, aunque responda a una discriminación previa. Haber sido víctima no disculpa el afán de convertirse en victimario. ¿Hasta cuándo la intelectualidad mapuche va a seguir operando como aparato de propaganda de este nacionalismo obtuso, sin asumir responsabilidad ni liderazgo reflexivo alguno?
¿Hasta cuándo, chilenos y chilenas, seguiremos escuchando y repitiendo mentiras, a ver si alguien más muerde el anzuelo? ¿Preferimos falsedades confortantes a verdades dolorosas? ¿Ignoramos acaso que las deudas con la verdad tendremos que pagarlas tarde o temprano? ¿Qué pasa si, como cantaba Mercedes Sosa, la cosa no era tan fácil ni tan simple, y además de ofrecer el corazón tenemos que ponerle más paciencia y más cabeza?
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