Columna de Pablo Ortúzar: Misas Negras

GIORGIO JACKSON ACUSACION


El uso mañoso de las acusaciones constitucionales comenzó el año 2008, bajo la tesis del “desalojo”, con la destitución de la entonces Ministra de educación Yasna Provoste. La vendetta vino el año 2013 contra el también ministro de educación Harald Beyer. Esta etapa de la política chilena se parece a esas películas de mafiosos donde las familias más poderosas se declaran mutuamente la guerra, sólo para terminar destruyendo sus propias posiciones de poder y sumiendo sus territorios en el caos y el pillaje. El momento cúlmine de ese proceso fue el año 2015, cuando el “numerale” de Michelle Bachelet, el entonces ministro del interior Rodrigo Peñailillo, trató de tirar el mantel del financiamiento de la política, pero botando sólo los platos de la derecha. Esta operación terminó, como era previsible, arrasando con todos, incluyendo a Peñailillo. Las grandes trenzas políticas de la transición se vinieron abajo.

Ganaron fuerza, entonces, las pandillas retadoras. Y, entre ellas, la más fuerte era el partido Revolución Democrática (fundado el 2012), corazón del Frente Amplio (articulado oficialmente el 2017). Un lote ambicioso e inmoral, caracterizado por recibir favores y luego morder la mano del benefactor. El 2013 la Nueva Mayoría hizo una serie de gestiones para despejarle el camino hacia el congreso a Giorgio Jackson. Junto con ello, Bachelet incorporó a cargos de primer nivel en el Ministerio de Educación a Miguel Crispi (cabeza de la directiva de RD) y Gonzalo Muñoz. La Presidenta, que había acunado a estos dirigentes en su Fundación Dialoga, veía en ellos una continuidad de izquierda para la Nueva Mayoría. Sin embargo, tras la tirada de mantel de Peñailillo, los revolucionarios democráticos mostraron que no tenían problema en practicar la matrifagia. El 2016 Crispi y Muñoz dejaban Educación tras una gestión bochornosa, le pasaban todos los costos al gobierno, y si te he visto no me acuerdo. Desde entonces, en vez de “colaboración crítica”, lo que comenzó fue un proceso de carroñeo, pillaje y matonaje. El Frente Amplio decidió que le vendería muy caros a los nuevamayoristas los asientos en el bote salvavidas. El precio sería la humillación pública y la sumisión total. Una dinámica tipo Los Gorriones de Game of Thrones.

Ellos, los jovencitos impolutos con estándares superiores, acogerían sólo a los concertacionistas y nuevamayoristas arrepentidos y arrodillados. Los tibios serían escupidos de su boca. El tiempo de los amarillos y los timoratos había pasado. Todo rastro de “neoliberalismo” debía ser purgado. Con Jackson y Crispi instalados en el Congreso desde 2017, comenzaron las ordalías. Y, entre ellas, destacaron las acusaciones constitucionales infundadas contra ministros de la derecha que volvió al gobierno el año 2018. Fueron 14 en total, 11 votadas a favor por Jackson. El objetivo central de esas misas negras era doble: dañar al gobierno, pero especialmente distinguir entre amigos y enemigos dentro de la propia oposición. Con cada una de las ceremonias venía un apuntar con el dedo a los que no participaban del sacrificio. Muchos agachaban el moño, otros se agazapaban. Pepe Auth se mostró el hueso más duro de roer y pagó las consecuencias.

Ahora los Gorriones están en el poder. Usaron el caos como escalera. Pero reinan sobre las cenizas de sus propios incendios. Se han mostrado ineptos, frágiles, ramplones. Y la noche se extiende sobre ellos. Surge, eso sí, una derecha dura con ganas de cobrar ojo por ojo y diente por diente. Y comienza a utilizar las mismas herramientas que el Frente Amplio usó, pero contra la centroderecha. Parte de Republicanos también quiere ir por todo.

Sin embargo, al menos en su primer ritual, la cosa no resultó. Con grandes esfuerzos y dramas, el anillo fue arrojado de vuelta al fondo del volcán. Nadie que no fuera del Frente Amplio, eso sí, defendió al ministro Jackson. Nada bueno se dijo de él. Pero había ganas, al parecer, de enterrar el mecanismo acusador ponzoñoso con que el propio Jackson humilló a sus pares en el pasado. Y, si uno mira con atención la escena final de lo ocurrido, Jackson, tal como Gollum, se fue al fondo del volcán con el anillo. Sólo que nadie le ha avisado.

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