Columna de Pablo Ortúzar: ¿Necesita Chile minas antipersonales?

Minas antipersonales


Esta semana apareció un comunicado conjunto firmado por los ministros de Defensa de Estonia, Latvia, Lituania y Polonia alegando que el escenario geopolítico ha cambiado mucho desde que sus naciones firmaron el Tratado de Ottawa (1997), que prohíbe el uso de minas antipersonales, y que hoy la amenaza de Rusia y Bielorrusia a sus fronteras demanda retirarse de dicho pacto, del que son parte 164 países, pero al que China, India, Rusia, Egipto, Irán, Israel, Mongolia, Marruecos, Arabia Saudita, Singapur, Vietnam, Emiratos Árabes, Cuba, Corea del Sur, Pakistán y Estados Unidos, entre otros, nunca se sumaron. Es probable que la decisión de Polonia y las naciones bálticas lleve a Finlandia, donde el Ministerio de Defensa ha defendido desde 2003 la necesidad de estos artefactos, a tomar una decisión similar. En cuanto a Ucrania, también es parte del tratado desde 1999, pero anunció que no puede asegurar su cumplimiento. Y la principal razón por la que no pueden hacerlo es porque han recibido enormes cargamentos de dispositivos explosivos desde Estados Unidos, y no han dudado un segundo en desplegarlos a lo largo de sus fronteras con Rusia, que hoy son las más minadas del mundo.

Chile se encuentra entre los firmantes originales del tratado de 1997, habiéndolo depositado en septiembre de 2001 ante el secretario general de la ONU. Eso nos llevó a invertir millones de dólares en desminar nuestras fronteras, destruyendo 179.815 minas antipersonales y antivehículo a lo largo de casi 20 años, labor que terminó el 27 de febrero de 2020 y que, de acuerdo al reporte de la Cancillería de la época, nos valió “un merecido reconocimiento internacional por el trabajo realizado”. Por cierto, no todas las minas antitanques fueron retiradas. La última víctima de ellas se registró en julio de 2024 y corresponde a una persona con problemas de salud mental que ingresó a un territorio minado cerca de Chacalluta, detonando una de ellas. Michelle Bachelet promulgó una ley de reparación a las víctimas de estos artefactos en 2017.

¿Por qué teníamos tantas minas antipersonales? De acuerdo a un reportaje de Isabella Escobedo para Deutsche Welle, el régimen de Pinochet instaló 181.814 de ellas entre 1978 y 1980, en medio de fuertes tensiones limítrofes con Perú, Bolivia y Argentina. Estas se encontraban distribuidas en las regiones de Arica y Parinacota, Tarapacá, Antofagasta y Magallanes. También había campos minados en la zona de Valparaíso y, aparentemente, en la Región Metropolitana. En general, las minas fueron instaladas con un patrón de una mina antitanques rodeada de cinco minas antipersonales, y a pesar de (o dado) lo remoto de su ubicación, hasta el año 2023 (45 años) se habían registrado 235 víctimas de accidentes con estos artefactos.

La decisión de Polonia y las naciones bálticas nos enfrenta a una triste verdad: utilizar o no estos artefactos es una decisión prudencial. No son un mal en sí mismo, sino una herramienta peligrosa, cuyas ventajas deben ser sopesadas con sus problemas. Y lo cierto es que cuesta ver la lógica, desde el punto de vista de la defensa, de que Chile renuncie al uso de minas, considerando nuestra particular geografía y lo delicada que es nuestra situación geopolítica. En particular, el norte de Chile parece especialmente expuesto y difícil de defender en caso de que las cosas vuelvan a complicarse. Y con una Bolivia cada vez más infiltrada por Irán y Rusia, nadie puede asegurar un futuro de puras sonrisas.

Pero el mayor riesgo actual para la integridad de nuestra soberanía, como todos sabemos, no son las naciones fronterizas, sino la operación del crimen organizado en nuestros límites, que incluye el tráfico de vehículos robados, personas, armas y drogas. Contra esta peste, los políticos nacionales han hecho fila proponiendo militarizar la frontera, construir zanjas, levantar muros y cuanta cosa sea imaginable. Pero nunca se ha tocado seriamente el tema de volver a minar zonas sobre las que es altamente improbable establecer un control efectivo y permanente. Quizás el momento para tener esa discusión, ahora que varias naciones europeas le abrirán una puerta de salida a un tratado ya débil, ha llegado.

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